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25/7/15

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El peso de quedar bien

[Cuidado. Entrada polémica.]

Mujer real:
Siento romper tu autoestima, pero no, no eres perfecta, porque nadie lo es. Porque te equivocas, como todo el mundo, como él, como ella y como yo, y no es bueno tener orgullo fundamentado en la nada. No podrás trabajar ni estar en grupo si te consideras perfecta. El resto te repudiará. Menos mal que estas citas de "eres perfecta tal y como eres" no salen de Internet y además se mezclan con otras contrarias como "ama tus imperfecciones". A veces la misma persona se hace eco de ambas frases.
La cosa es demostrar que no te has quedado atrás, que también piensas como el resto. Y esa es otra. Miles de personas diciendo al unísono "soy diferente, ¡bravo por mí!" ¿No es irónico?
No hace falta que todo el mundo se entere de lo especial que eres. Cuanto más lo proclames, más encanto perderá tu forma de ser. Pero últimamente somos lo que escribimos.
Gente hipócrita como yo intentando abarcar todas las lecciones de ética que hacen falta para sobrevivir como un ser humano en este mundo.
Pero me voy del tema. A día de hoy, esta es la situación (vista por mí, y generalizando muchísimo):










Lo que más rabia me causa es la cantidad de gente que sucumbe ante las campañas publicitarias que ahora son las que molan, las que nos venden, como dije al principio, "mujeres reales": es decir, mujeres gordas.
¡Pero todas las mujeres son reales! Es la palabra peor usada que he visto nunca.
Quiero aclarar que utilizo la palabra gorda sin ningún tipo de intención de herir sentimientos. Solo es por economía del lenguaje. Pero estoy a punto de perder la mitad de los lectores...
Como decía, las mujeres con anomalías relacionadas con el sobrepeso son ahora las alabadas por muchas marcas de ropa que ven ahí un importante nicho de mercado. Multinacionales que se toman el derecho de dar lecciones morales y de dictar qué es una mujer y qué no. Ahora ya no es guay estar delgado, gracias a Dios, porque ya era hora de acabar con el trono que la Humanidad había construido a la anorexia. Pero el problema está en que, en esta lucha por ser más vanguardista que nadie, se ha dado la vuelta a la tortilla y se está dejando de lado también a las mujeres en su sano peso.
Al menos en el mundo de la publicidad y en las canciones. De ahí al mundo real, evidentemente, se pierde mucho y como no somos tontos, tenemos sentido común y sabemos lo que es bueno y lo que no. Pero solo en la mayoría de los casos, porque sí es cierto que estas campañas y mantras publicitarios y de canciones calan en muchas personas.

Ahora me gustaría hablar de Meghan Trainor y su éxito "All About That Bass". Recuerdo cuando navegando por ahí descubrí este éxito que inmediatamente acabó en mis favoritos. Porque yo soy un ignorante del idioma inglés y solo me fijé en la música, cuyo ritmo me encandiló. Pero más tarde llegué a buscar el videoclip y fui pensando mientras lo veía:
"Oh, que bien, habla de la igualdad"
"Pero ¿por qué empuja a esa? ¿Es que es flaca?"
"¡¿Por qué no para de mover el culo?!"
En fin, terminé buscando la letra y... pienso que o Meghan está muy equivocada, o juega con la gente para conseguir fama, pues el que diste de las opiniones de la letra de su canción es lapidado al segundo por insultos. Esta canción es un perfecto ejemplo de hipocresía y discriminación positiva.
Solo queda que se desmaquille (que le llevará un largo rato, por cierto) y se plante desnuda frente a una cámara. Entonces sí será una mujer real, o al menos la "mujer real" de la que ella y otros hablan.

Aclaraciones finales: yo no intento cambiar la manera de pensar de nadie, solo expreso mi opinión. Y que cada uno pese lo que le de la gana. Pero a mí que no me digan cómo tengo que ser ni qué me tiene que gustar. Ante cualquier duda, insulto, amenaza, escupitajo, descalificación, bajeza, opinión contraria constructiva o no, ahí abajo tenéis el mural de comentarios.
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Explayándome

Instrucciones: Pon la música del vídeo de Youtube cuando llegues al texto que tiene debajo. Cada música corresponde a un momento y sensación. Lee despacio y bajo tu propia garantía.



Hoy un rayo de Sol ha entrado por mi ventana. Ha brillado sobre mis párpados y, muy pronto, por la mañana, me ha despertado. Este cálido despertar, acompañado de los píos y gorgoritos emitidos por los múltiples pájaros que anidan alrededor del inmueble, ha subido mis niveles de endorfinas y me ha plantado una sonrisa en la boca. Después voy a la cocina, tomo un zumo de frutas...
"Ah, qué feliz soy". Además es verano y ya puedo ser dueño y señor de mi tiempo, que se ve ahora transformado en perpetuo ocio.
Luego, viendo que es aún muy pronto, me doy una ducha templada y sacudo el pelo para que coja forma. Salgo cantando del baño al estilo Disney y desayuno un auténtico manjar: galletas con miel. Sí, todo es perfecto.
Siento que al fin me he reconciliado con la vida y me esperan los mejores días del año, descansando y meditando, con tiempo más que holgado para gastar las horas en aquello por lo que me decante.
Pero...


Veo que mis padres entran por la puerta con varias bolsas de tejido pajizo y con una sonrisa entre los hoyuelos. Sé lo que significa. Pero lo confirmo observando que suben cubos de plástico, crema solar, pistolas de agua (y ¡recambios para las pistolas de agua!), viejas y anodinas revistas de salud, de mujer, del corazón y de divulgación científica. El periódico del día y una barra de pan. Como vestimenta, sombrero, pamela y gorra (el triunvirato de la muerte), gafas ahumadas y bañador. Mi padre, la camiseta deshilachada que solo usa en...
De acuerdo, la sentencia está firmada. Hoy toca playa.
Cargamos varios tuppers con tortilla y demás alimentos y, haciendo caso omiso de mis muecas de consternación, bajamos al coche. Mi padre abre el maletero y guardamos las cosas. Después pone la radio y comienza nuestra peregrinación hacia una arenosa jornada.


Viendo que no hay nada que pueda hacer para evitar mi destino cantado, arqueo las cejas y sacudo los hombros en una fingida y exagerada mueca de resignación. E intento dormir. El camino no va a ser muy largo, pero sin perder tiempo, intento caer en los brazos de Morfeo tan pronto como sea posible, apoyando la cabeza sobre la bandeja del maletero. El Sol me araña la cara en una constante danza de luz sobre mi piel. Sé cuando vamos en autopista porque no hay edificios cerca y el astro Rey me alumbra ininterrumpidamente. Sí, me gusta saber en qué punto del viaje estoy.
Cuando me canso de este juego, me pongo a escuchar las breves conversaciones de mis padres sobre la maravillosa técnica de conducción de algunos conductores a los que apenas insultan cuando, deliberadamente, se saltan un ceda o adelantan en línea continua.
La radio, ajena a toda esta aventura, sigue derramando country por el coche. Solo escapa a los oídos de mi hermana, que atrapada por los auriculares, escucha la música de su móvil.
Viendo que no voy a dormir, cambio de postura y apoyo la cabeza sobre la ventanilla para ver la carretera pasar a cámara rápida.
Al fin, llegamos a la costa.



Salgo del coche bostezando perezosamente y empiezo a a sacar cosas del maletero. Cuando he cumplido mi parte, dejo las bolsas apoyadas en una roca y me visto con el bañador tras una toalla (con mi madre diciendo: "pero ¡quién te va a mirar, hombre!"). Me rebozo de crema, y digo rebozo porque el viento ya se ha encargado de pegar arena a mi cuerpo. Ungido, como dije, con crema solar, mi aspecto es comparable al de una croqueta. Y no, sentirse rebozado de pan rallado y frito no es precisamente agradable.
Pero esto no ha hecho más que empezar y aún queda mucha jornada. Seamos positivos y confiemos en que los dioses hagan de este día un buen día.
Lo siguiente es coger solo lo imprescindible (digamos unas tres toneladas de bártulos) y buscar un Flandes donde poner la pica o, lo que es lo mismo, un terreno para plantar la sombrilla sin agujerear el pie de ninguno de los cientos de desocupados ocupantes de esta playa con exceso de aforo.
Cuando hayemos hecho nuestro un pequeño terreno, somos tan inteligentes que dejamos todos los objetos bajo la sombrilla y nosotros mismos nos tumbamos al Sol durante horas. Porque lo importante es que el agua siga fría, ¿no?
Después debo ignorar todas las poco tentadoras ofertas de jugar a las palas, dar paseos y, lo que es peor, bañarme en las aguas del Cantábrico, que, por muy cántabro que sea, no dejan de estar frías como un témpano. Y me tumbo tranquilo en la arena, confiando en que si tengo la mente en blanco, el tiempo acelerará.


Calor. Mucho calor. Un bochorno que lentamente se apodera de mí, enturbiando mis pensamientos, provocándome espasmos musculares. Me pesan los párpados, pero el Sol, abrasador e inflexible, se encarga de mantenerme en vilo. Gotas de sudor resbalan por mi espalda perlada. Miro al horizonte: el mar está en calma. También los humanos y familias dispersadas por la arena están mansos como corderos, pues todos disfrutan ahora de una placentera siesta. Así lo indica el mar de ronquidos y sonidos guturales que llegan hasta mis oídos.
Solo se oyen las gaviotas graznando y volando en círculos alrededor de las bolsas de basura que contienen briñones, paraguayos, y trozos de pan y queso.
En un alarde de valentía, me giro, quedando boca arriba y miro, desafiante, como el mejor doble de Clint Eastwood, al Sol. Por su altura deben de ser ya las dos de la tarde. Sé lo que significa eso: aún me quedan muchas horas recibiendo su radiación mortal.
Siento un pinchazo en la pierna y sé que me he quemado. Durante los siguientes días, cada ducha, cada baño, será un infierno para mi piel chamuscada.
Cojo un sombrero y con él cubro mi rostro. Disfruto de la privacidad que eso me da y, por fin, en la intimidad del tejido entramado de la pamela, ejecuto la mueca de asco que tanto tiempo llevo aguantando.
"No soporto este calor infernal, ni entiendo por qué malgastar un día entero aquí desparramado. En el fondo todos odian la playa. Quiero estar ahora durmiendo esta misma siesta en la cama. Sí, en la cama, donde no hay avispas, medusas, quemaduras, visiones desagradables, ruido, arena, ni niños que te rebocen de esta, probablemente el peor invento (la arena, no los niños), un invento que echa a perder tu pelo y tu ropa."
Señores, cuando sea mayor y tenga mi propio coche, nunca verá el mar.

6/7/15

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Calma


No es Torrelavega todo lo que reluce, pues si quitas los distritos, su tamaño se reduce.
Uno de tantos municipios, y no el más grande, es un sitio distante a los ruidos y gritos del resto de sitios que son colindantes.
Es Campuzano.
Pocos lo conocen, así se lo pierden. Pues todos ellos perecen sin conocer nuestras calles inertes. Nuestras plazas vacías. La ausencia de autovías. La paz que, como un ente, reina el Reino que todos merecen (y merecían).
Como Gran Vía, un camino rojo. Como alcaldía, reuniones de ancianos en bares, dando libre vía a sus antojos. Nuestra plaza mayor son dos bancos, el suelo, y da gracias a Dios, que allí una fuente nos quita los anhelos de agua fresca en cualquier momento, para que la sed no sea un impedimento a la hora de pasear por estrechos caminos, prados ovinos, porcinos y equinos. Siempre a paso lento. Siente el ritmo de los elementos, que en Campuzano sabemos de esto.

Cualquier parecido con la rima es pura coincidencia, y más aún con la métrica.

2/7/15

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Adicción a la dicción



Nitrato de contarte lo que meanganeso el otro día. Ácido terrible.
Estaba en casa degustando unos espaguetis a la carbónica cuando... Cloro, alguien tuvo que llamar al teléfono. Níquel fuera urgente.
Corrí, descolgué, y eran los de Jazztell.
Pensé que era un bromo pero metí la plata.

"-¿?
-Licio. Venimos a ofrecerle una tarifa, la tarifa delfín.
- ¿Me está vacilando? Querrá decir la tarifa neutrín.
- No se ande con tecnicismos, señor, y deje de usar lenguajes estaños. ¿Cuántica pasta gasta usted por minuto con su actual operador móvil?
- Unos tres céntimos, perdón, centésimas. 
- ¡Eso es carísimo!
- No sea usted electrón, y piense un poco en positivo.
- Pero tengo la solución. Raíz cuadrada de menos dos... Digo... Ah, sí, nuestra nueva tarifa, como le dije. Tiende a costar cero (siempre que la duración de sus llamadas no tienda a infinito, claro).
- ¿Se puede explicar mejor?
- (Burlándose) Qué quiere, ¿un gráfico?
- Pues sí, mire. Y su función. Y los límites bien calculados. Mientras tanto seguiré con Timofónica.
- ¿Pero no ve que ahí le timarán?
- ¡Al menos saben hablar!
*Clic*"

Delfín, dice...