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27/11/16

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La muerte de los aún vivos

La muerte de una persona es el fin de su vida, en su sentido menos más objetivo (y puede que en exceso pragmático). Pero eso es. Todo lo demás es el significado que queramos darle.
Lo esperable ante la defunción de un familiar o amigo es un mar de lágrimas, o al menos, una expresión sombría. Si el finado es desconocido, tampoco sería normal montar una fiesta.
Pero ¿y si sólo conocemos al muerto por sus malas obras? Aquí la moral  se pelea con la ética en el inclinado campo de batalla de los medios de comunicación.

El 23 de Noviembre de este año falleció Rita Barberá. Un infarto se llevó a la exalcaldesa de Valencia. Hasta aquí la noticia, que podría haber ocupado no más de un párrafo en los periódicos. Pero todos sabemos que no es tan simple. Es lógico preguntarse por las reacciones de la clase política al conocer la noticia, al tratarse Rita de una exiliada forzosa del que fue su partido durante décadas, echada de Génova de una patada gracias a sus chanchullos y corruptelas. 
Los periodistas no hallaron más que condolencias en las respuestas de los peperos y sus similares, los mismos que conspiraban contra ella y sus acciones cuando nadie se olía el final de todo.

A estas alturas, querido lector, notarás algo raro, pues yo no soy pepero, ni defiendo al universo ideológico y económico que rodea a Rita. Bien, lo que he estado haciendo ha sido simular una texto periodístico cualquiera. 
Pero ahora pienso: se ha muerto. ¿Y qué? Eso no cambia nada. 

Por supuesto, como ser humano que es, tiene derecho a la vida, y es por tanto una pérdida que no se debe celebrar. Pero es evidente que las condolencias que lanzan sus excompañeros de partido no son solo eso: son un intento de cargar el muerto al resto, de intentar evitar que los periódicos y gran parte de la población caigan en un terrible y común vicio: relacionar la muerte con el tratamiento que recibió. Me explico: si Rita siguiera viva, aún se la pondría a parir, aún se contarían sus peripecias con la justicia, seguiríamos llamándola corrupta. Y nada de eso es ilegal, pero hay quien lo considera un asalto a la moral... sólo cuando ha muerto. ¿Acaso habría yo de saber su futuro? ¿Tendríamos que estar siempre callados, por si acaso? Cuando mueres, ¿deja de ser grave lo que es grave? La respuesta, sencillamente, es no.

Unidos Podemos, por su parte, se abstuvo del minuto de silencio que realizó el hemiciclo, en lo que para mí fue un acto de lo más normal, siempre que entiendas que no utilizo la palabra "normal" en el sentido de "típico". Lo que quiero decir es que no es una falta de respeto irse en silencio en un acto de homenaje para regresar un minuto después. Es abstenerse de lo que, a (válido) juicio del partido ausente, es ser cómplice del acto de homenajear, en pleno Congreso de los Diputados, a una política que tenía problemas con la Justicia.

Y no, no voy a salir aquí con los típicos argumentos: "Labordeta no tuvo su minuto de silencio", "Rita se burló de las víctimas del metro", o "sus gafas eran cutres" (ya puestos), porque no vivimos bajo el código de Hammurabi que algunos utilizan en Podemos (nadie es perfecto).
Morir no compensa robar.
Llorar no compensar la hemeroteca.
Reírse de una muerte no se compensa muriendo.
Faltar al minuto no sirve para compensar todo lo anterior, e igualmente, me parece triste que haya quien considere que el mejor argumento para no celebrar un homenaje es que hubo alguien que no le tuvo.

Gandhi dijo "ojo por ojo y el mundo se quedará ciego". Con lo que no contó es con que, a veces, nosotros mismos cerramos los ojos.

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23/9/16

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Análisis... formológico

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El análisis morfológico es una estafa.

¿Por qué? Porque no sirve para aclarar información sino para crear debate, y en una teoría que teóricamente (valga la redundancia) sirve para clarificar información, no se debe permitir que las dudas sean constantes.
Por ejemplo, analizando sustantivos, se supone que se puede delimitar si son concretos o abstractos.
¿Qué es concreto? O más bien, ¿qué es abstracto, que sería su contrario? La definición que más se oye es “aquello que no se puede percibir con los sentidos”. Pero ¿quién decide cuándo yo considero que estoy dejando de percibir algo por los sentidos? ¿Dónde está el límite? ¿Quién lo traza? Lo tendrá que trazar cada uno, porque cada uno hace el uso que considera necesario de las palabras, y es que las palabras no pertenecen a nadie: están al servicio del hablante, que las utiliza como  quiera. Teóricamente.
Pero en el análisis morfológico se saltan este pequeño detalle completamente.

Resultado de imagen de mordazaLa palabra “amor”, por ejemplo, probablemente sería calificada por la mayoría de lingüísticos como sustantivo abstracto. ¿Por qué? Porque “el amor no le puedes percibir con ningún sentido”. Ni gusto, ni olfato, etcétera. En realidad esa es también mi opinión. Pero pongámonos en el lugar del pobre alumno que disida de esto y no pueda sino verse abocado al obedecimiento ciego de la frase anteriormente entrecomillada. A partir de ahora voy a hablar como si tu tuviera otra tesis, totalmente respetable (pero no respetada), ¿por qué no?

En mi opinión, el amor no es sino sus manifestaciones: un ramo de rosas que te regalen, que te lleven al cine, besarte con la chica… Todo eso son sensaciones en las que tus sentidos reciben información. El amor, insisto, no es para mí otra cosa sino eso.
Cuando analizas la palabra amor, estás olvidando que el concepto realmente se refiere a otra cosa, que el amor por separado y como concepto no se pude analizar.
Calificarlo de “abstracto” es la forma que tenemos de ser unos vagos y no molestarnos en examinar cada caso derivado del amor.
Calificarlo de “abstracto” es decir que “es un concepto abstracto” por no decir que en realidad se refiere a muchas cosas, y por no delimitarlas según nuestro propio gusto.

Por lo tanto, no se puede decir que sea abstracto porque, por ejemplo, para mí el amor no es más que sus manifestaciones, y eso sí que se percibe por los sentidos, porque si no existieran las cosas que sentimos derivadas del amor, no utilizaríamos la palabra amor porque no existiría, ¡porque tampoco conoceríamos el amor, pues este no existiría!
Sin nuestros sentidos no existirían los sustantivos “abstractos”, pues su utilidad es referirnos a aquellos conjuntos que agrupan sensaciones varias, sensaciones derivadas de la misma idea.

¿Significa todo esto que he dicho que el amor es un sustantivo concreto? Por supuesto que no. ¿Estás sorprendido por mi respuesta? Bienvenido al mundo de la aceptación de ideas. Lo que para Pepito puede ser abstracto, puede ser concreto para mí, o viceversa. Aún así, si queremos saber realmente si un sustantivo es abstracto o concreto pero aún nos da miedo pensar completamente por nosotros mismos, o tal vez queremos apoyarnos en la opinión de supuestos expertos, no hay mejor forma que ir al diccionario, buscar la palabra, leer la palabra amor y sacar nuestras propias conclusiones, no que te lo diga un análisis morfológico, o como a mí me gusta llamarlo un análisis formológico, pues en él mueren las ideas y se conservan, disecados, los cimientos de una interpretación de las palabras, y por tanto, del mundo, que se imponen sobre el resto sin justificación posible.

Profesores de lengua: ¿no creéis que este texto es un ejercicio mejor para vuestra asignatura que andar “analizando” palabras?

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8/9/16

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He vuelto (pero un ratín)

¡Hombreee! ¿Seguís por aquí? ¿Sí? Porque hoy vengo a traeros un vídeo bastante interesante... Lo ha subido un tal Miguel Pérez.


"Cansado de que algunos cuestionen por qué subo cosas tan peculiares a mis redes, he decidido sincerarme con todos vosotros: hay varias cosas que no me gustan...

P.D.: En realidad subo esto por postureo."

20/5/16

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Unión Monet(aria)

¿En qué nos estamos convirtiendo?

Llevaba unos días evitando el telediario. No es por hacer apología de la ignorancia, pero se vive muy bien. Parecía otra persona, era maravilloso. Sentía que el mundo sólo es felicidad.
Pero cuando los fantasmas de mis recuerdos vuelven a mi encéfalo, me doy cuenta de que todo es ficticio. Un decorado enorme, como en El Show de Truman.
La falta de caja tonta unida al rumor de mi mente, a veces inquieta, ha provocado un torbellino de pensamientos en mí. Ha sido contraproducente dejar de estar informado. Ahora sólo puedo pensar en lo ciegos que estamos ante todo lo que ocurre en el mundo. Lo malo que viene y lo bueno que se va (sí, salí optimista).
Ayer no aguanté más y quise abrir los ojos. Vi un programa sobre refugiados muy bien documentado: de hecho estaba grabado en la isla griega de Lesbos, donde miles de cuerpos han llegado ya en forma de sueños rotos.

Y es que llegar hasta Europa no es nada fácil. Lo primero es huir de la guerra con las pocas pertenencias que imagino que posean y realizar impresionantes éxodos hasta llegar a la costa. Es un paseo diferente al que podamos dar nosotros un día cualquiera, ya que ellos, después de la caminata, no vuelven a casa. De hecho, esperan estar yendo hacia un nuevo hogar. Pero eso es lo último que se encuentran.



Nadie les espera al llegar. También han estado largas horas en el mar para llegar a tierra firme, y sólo el salitre golpea en la cara a los que consiguen llegar. Cuando digo "nadie les espera", hablo de sus nulos apoyos oficiales. Y es que parece que sólo los voluntarios que llegan a Lesbos tratan como humanos a quienes naufragan en la costa.

Desunión.

Indecisión.
Inhumanidad.
Egoísmo.
Negligencia.
Conformismo.
Racismo.
Miedo.
Aislacionismo.
Inacción.
Corrupción.
Despotismo.

¿Os suenan? Más allá de la crisis de los refugiados, cada día estas doce palabras están más cerca de ser representadas por las estrellas de la Unión Europea.

Deshumanizada en su forma de actuar ante los seres humanos que no aportan dinero en cuanto llegan, y en su egoísmo y capitalización de las personas.
Desgobernada por líderes deslegitimados con sus propios actos, que se saltan los principio europeos (como el libre asilo) en cuanto son necesarios en pos de convertir esto en un sucedáneo de economía China, es decir: no quedarse atrás en lo bursátil aún siendo a costa de evitar gastos sociales.
Destrozada por la falta de identidad como continente y unión social y cultural. Parece que nunca fue así, pero no hace tanto esta era la idea.
Déspota. Cada día más. Una crisis y todo es excusa para la tiranía.


Y poco a poco, el sueño de la Unión se desvanece.

7/2/16

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Timos

Ayuda. 
No se dónde estoy, esto está muy oscuro. Aunque si miro a mi alrededor aún siento el fresco de la noche caer como una luz cenital sobre mí. Pero a mis lados me rodean masas calientes. Se mueven y hacen mucho ruido, y yo me mareo. Vómitos y fluidos sanguinolentos caen cerca de mí, y yo a duras penas esquivo tantas desgracias a la vez.


Mi angustia se triplica cando veo que la misma masa que me oprime me está moviendo a su antojo, inutilizando mis pies, burlándose de mi movilidad. Estoy demasiado acongojado para ser consciente de lo que ocurre, pero cuando quiero abrir los ojos de par en par y mirar a mi alrededor, cientos de luces me ciegan. Son de muchos colores y apenas entran por la estrechez del hueco del que dispongo para moverme. Angustia. Empieza a retumbar el suelo.
Descubro que todo eso que se mueve y me oprime son personas, personas que chillan y miran en todas direcciones, sonríen con nerviosismo a ratos y se caen al suelo. Se vuelven a levantar e intentar enfocar sus orejas a una fuente del ruido que brama, asemejándose más bien a un terremoto con acoples de megáfono.
Me inquieta su maquiavélico baile: se mueven a la izquierda y luego a la derecha, para volver a repetirlo. El movimiento les llega hasta el tronco, de milagro, y es de apenas centímetros. Parece que temblaran con inquietud.
Intento pensar en lo práctico: ¿sigue mi cartera conmigo? Parece que sí. Mi abrigo me protege fielmente de toda invasión externa, o al menos a los bolsillos de dentro. Aunque no son pocas las manos que me rozan.
Quiero salir, pero se me antoja imposible avanzar. Reflexiono sobre lo que ocurriría si alguien tuviera que mear en esta situación: no podría sino hacerlo en el sitio, como si fuera el mar. Intento empujar hacia lo que parece la salida (una luz más anaranjada que el resto) y casi pierdo por completo la esperanza de volver a ver la luz solar cuando salgo de la masa, extenuado, vacilante. Trato de ubicarme y distingo zonas de mi ciudad.
Aprovechando tal momento de lucidez, salgo de allí, a paso lento y dolorido, con los oídos aún pitando, pisando vómitos, sintiendo sofoco, y casi arrastrándome por volver a recibir el fresco de la noche como una luz cenital.

¿Crees que escapé de algo parecido a un vagón con destino a Auswitch? Entonces deberías revisar lo que haces cuando crees que sales "de fiesta". Y ya de paso, preguntarte por qué estás pagando por ello.