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4/10/17

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El reino

El siguiente es un texto escrito por mi padre a raíz del conflicto catalán, avivado en estos últimos días. No estoy de acuerdo con lo que ha escrito, pero aquí va, para bailar un poco el cerebro.

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"En un reino muy cercano (que en realidad es un condado) se reúnen tres proceres, tres lumbreras, tres... bueno, lo voy a dejar.
Este trío, conocido por sus nombres artísticos como Lennon, Shreck y Don Limpio (ponles caras), imbuido de una fe ciega, se propone acabar con el sufrimiento y la agonía del pueblo (pueblo este, mancillado, humillado, masacrado... podría seguir). Sufrimiento provocado por el reino (este sí) opresor. Pero para ello necesitan del concurso de su pueblo, oprimido e injustamente tratado.
Buscaron y buscaron, y entre ese pueblo encontraron discípulos dispuestos a impartir  la fe verdadera, y estos, a su vez, siguieron buscando, escaneando y hozando hasta  conseguir una importante masa de acólitos fieles e indignados.
¡El cielo se toma por asalto, no por consenso!, proclaman sus líderes.
Ofrecieron a su oprimido pueblo pan y pasteles, libertad, riqueza y la devolución de la dignidad perdida a manos del tirano vecino. Diseñaron una bandera original sin recuerdo alguno de la anterior, inflaron de odio al personal ("¡Muerte al opresor!, "¡libertad!") y les lanzaron a las calles a vociferar, adoctrinar y proclamar su desencanto y su frustración.
En poco tiempo, la voz se corrió (sic) y a esos indignados ciudadanos se les unieron más y más, hasta formar un ente guiado solo por el fanatismo y el odio de sus líderes. Estos les lanzaron contra las autoridades, el orden establecido y todos quienes no compartían su verdad. Derogaron las leyes del reino opresor e hicieron los suyas propias, justas, equitativas, solemnes... indiscutibles.
Acosaron a la gente del reino vecino e iniciaron algaradas fiestas, caceroladas y demás manifestaciones demócratas.
En este momento estamos, porque esta historia no ha finalizado. Las historias nunca son como empiezan, sino como terminan.
Probablemente, los líderes de esta masa pacífica y demócrata pongan pies en pólvora, mas no penséis mal de ellos: no es cobardía, es por no privar a sus acólitos de su presencia y sapiencia. Sin ellos, estarían perdidos. Por eso, por responsabilidad, saldrán de la zona de peligro con sus familias, como tantos revolucionarios anteriores, que, con el mando a distancia, siguieron insuflando odio desde sus hoteles, mansiones o simples hogares, pero de lejos, no se vaya a escapar un tiro.
Revolucionarios de salón y langostinos como nuestros tres personajes principales de este ¿cuento?

¡Todo para el pueblo, todo al pueblo!
¡Viva Catalandia!
¡Viva el Reino de Quépena!"

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