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24/12/18

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Cuento de Navidad

Las fechas marcadas por la Natividad son siempre una buena ocasión para volver al lugar del que uno procede. Yo no soy una excepción; aun habiendo promocionado tanto en mi vida, soy capaz de volver a pisar la humilde villa de la que soy oriundo si con esto puedo pasear con mis múltiples amistades, reunirme con mi modélica familia, recuperar rutinas pasadas.

Ayer reuní fuerzas para bajar del Ferrari y pisar Torrelavega. Paseando entre sus maltrechas calles, intentaba revivir la falsa ilusión de rutina que todos buscamos al volver un tiempo a casa, aunque se me antojó particularmente complicado. No podía evitar mirar por encima del hombro a aquella plebe. Había señores con el último botón de la camiseta desabrochado y señoras sin sombreros de plumas. Ciertas calles pecaban de sinuosas, y sus adoquines no eran perfectamente paralelos, ¿pueden creerlo? Mientras reprimía mis ganas de vomitar, me sobrevino un pensamiento: ¿había cambiado la ciudad, o tal vez era mi grandísima evolución intelectual la que me permitía ahora darme cuenta de la bajeza de sus gentes y calles?

Fue en medio de esta falsa ilusión de cotidianidad aderezada con insulsas luces de colores y falsos árboles LED cuando recibí un mensaje que cambiaría mi destino para siempre.

“Hola”.

El número que escribía era nuevo para mí. ¿Quién habría tenido el privilegio de obtener una vía de comunicación con el creador de NLOHP? ¿Qué clase de plebeyo había sido capaz de contaminar la bandeja de entrada de un autor de éxito?

Decidí contestar. Al fin y al cabo, los de mi casta debemos empatizar, comprender la grandísima ilusión que, con una respuesta, provocamos en los fans en forma de quasi taquicardia.

“Hola. ¿Quién eres?”
“Soy un chico que ha visto tu blog”
“¡Anda! Pues cuéntame, ¿qué te ha parecido?”

Válgame el señor, qué pereza. Otro adorador más que quitarse de encima. Otro parásito dispuesto a recordarme lo bueno que soy, como si tal cosa me fuera desconocida precisamente a mí, Miguel Pérez García, bendecido con el don de la clarividencia.

“Una mierda. Te pido por favor que dejes de escribir, me han entrado ganas de morir. Tu vida es un asco”

Saqué en ese momento mi calendario de bolsillo. Hacía mucho, unos tres o cuatro días, que no mandaba a mi servicio secreto personal llevarse a alguien de un plumazo. Normalmente lo hago con los disidentes, los gobiernos que hago temblar, aquellas personalidades que no son capaces de someterse al yugo de mi pensamiento único y perfecto. Aquellos que, unidos al resto de su calaña, podrían hacer peligrar mi ego, llevarme a dejar de escribir y privar a la Humanidad de un patrimonio sin parangón como es este blog.

“Veo que no lo has leído. No pasa nada, tómate tu tiempo. Cuando lo hagas te dedico una entrada por el mérito”
“¿Te crees que hablo sin tener ni idea? He leído varias cosas, entre ellas lo de que has perdido el bus

Me temo que no lo ha debido leer muy bien. Yo no perdí el bus; me negaron el que me correspondía. Y, puestos a confesar, esa entrada era una historia falsa. Los escritores de bufanda, gafas de pasta sin lentes y café nunca utilizamos el trasporte público. Nos podrían pegar el resfriado, la lepra, o lo que sea que tenga la gente que no sabe escribir como Yo. Resolví tratar de aleccionarle: me encontraba generoso y no quería recurrir aún al servicio anteriormente mencionado.

“Me creo que hablas sin educación”
“Educación es la que te falta, porque no tienes ni idea de escribir”.

Eso fue un golpe bajo. Tal grave aseveración atravesó mi cerebro como un rayo recorre la cúpula de la noche. Me invadió una inquietud: ¿y si tenía razón?

Incapaz de gestionar lo ocurrido, decidí pedirle ayuda desesperada y patéticamente.

“Intentaré mejorar. ¿Das clases particulares?”
“Lo siento, pero no trato con acomplejados que se creen Shakespeare. Eres un caso perdido”

Toda mi vida pasó por delante de mis ojos. Siempre fui un niño feliz, hasta que llegó aquel maldito día: en 2013 me diagnosticaron un Coeficiente Intelectual de -96.289.200.430.407. Fue entonces cuando pensé que debía ocultarlo como fuera. Solo el psicólogo del colegio lo sabía, pero ¿qué pasaría si se enteraba mi familia, mis amigos, toda la gente? Sumando esto a mi fragilísima autoestima, el resultado podía ser fatal.

Escogí el área del test del CI en que menos había fracasado, la escritura, y decidí que la potenciaría tanto como pudiera para hacer de ella el bastión de mi fingida inteligencia y desviar así la atención del resto de áreas en las que soy extremadamente deficiente. Y es que, amigos, no se sumar dos y dos, no sé caminar mucho rato sin perderme, me pongo las camisetas al revés, confundo la habitación con la cocina –no es la primera vez que incendio la casa- y cuando intento encadenar cuatro frases parezco un simio balbuceante. Ah, y me cago encima de vez en cuando.

Por todos estos motivos, comencé este blog, ese mismo año, escribiendo sobre una higuera. En ese momento no me daba para más. Pasaba los días memorizando expresiones rimbombantes, vocabulario pretencioso, refranes viejunos, en definitiva, toda aquella combinación de palabras que hiciera parecer que en mi cabeza había una actividad incesante, como, por ejemplo, “actividad incesante”. Me he pasado la vida perfeccionando esta técnica, huyendo hacia adelante, posando los dedos sobre el teclado sin saber siquiera qué estoy escribiendo al hacerlo –no soy capaz de leerlo después-, fingiendo intelectualidad para que nadie me delatara, presentándome a través de mis escritos para que nadie viera cómo se me cae la baba al intentar hablar.

Poco a poco, empecé a recibir felicitaciones por lo que escribía. Cientos de comentarios acompañaban las entradas que iban tejiendo el grueso del blog, y no solo las entradas, sino la ocurrencia y el estilo del autor. Es decir, a mí. Cuando me quise dar cuenta, el personaje me había absorbido.

Maldita sea, no tengo servicio de inteligencia personal. Ni Ferrari. Tampoco ingenio, estilo, hortografía ni gracia ninguna. Y ni siquiera me había dado cuenta hasta que este sagaz lector me lo hizo saber al escribirme.

Aún dolido en lo más profundo de mi ser, y acongojado por la forma en que este Freud del siglo XXI me había puesto enfrente de mis propias debilidades, me defendí como gato panza arriba.

“¡Me alegra enormemente leer eso! No hay mejor garantía de que no me darás la chapa más”.
“Sinceramente, me la sudas a nivel astronómico. Solo quería bajarte esos humos y, ahora que tienes la moral por los suelos, me voy a hacer una paja pensando en lo fracasado que eres. Un saludo y cuídate”.

En fin.

Me alegro de que mi literatura te resulte excitante. Nadie me dice cómo puedo o debo escribir, y menos así. Es mi estilo. Escribo para mí y si a alguien más le gusta, bienvenido sea. No voy a rebajar mi vocabulario ni perder precisión en las palabras para parecerte más agradable.

Como ves, he escrito esta entrada de la forma más repelente posible. Se llama terapia de choque. Lo superarás. En cuanto a la tuya, te ha salido al revés: mi moral no está por los suelos, sino por las nubes, al verme comparado contigo. Gracias por ello y por el material que me has suministrado para hacer esta entrada: últimamente no sabía qué escribir.

Un saludo y cuídate.



5/12/18

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La otra mejilla

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Como muchos de mis millones de lectores sabréis ya, me encuentro estudiando en Oviedo desde hace más de un año. Aquí, he tenido la suerte de hallar un grupo de personas que puedo considerar amigos. Pero a veces la amistad no es fácil de definir. Ayer mismo me hicieron replanteármela con una aparentemente sencilla pregunta:
“Si nos metiéramos en una pelea, ¿entrarías a defendernos?”
Os animo a responder esta cuestión individualmente. Mi primera respuesta fue “Si logro disolverla, sí; si va a ser inútil, prefiero ir llamando a la policía”, y causó un gran rechazo: “Pero Miguel, ¿cómo podrías mirarme a la cara después?”
Bien, en este texto voy a intentar desgranar los motivos que amparan el cabreo de un amigo que no te ve entrar en una pelea para defenderle, aún significando claramente (y desde el principio) que no se logren una sino dos palizas.

Pintemos la situación: volviendo de fiesta, un chaval increpa al amigo con el que vamos y se enzarzan a unos metros de distancia. El inesperado contrincante es un armario de 3x2 con tatuajes y sin piedad, aunque (y esto es importante para más tarde) no lleva un arma blanca potencialmente mortal. Resulta claro, tanto para ti como para tu amigo, que la única diferencia que puede suponer el hecho de que entremos a intentar defenderle es que seamos dos personas, y no una, las que acabemos magulladas.
Ahora estudiemos las dos únicas alternativas posibles. No olvidemos que, instintivamente, las decisiones se toman muchas veces por comparación con su alternativa:
·         Si no entramos (y vamos llamando a la policía desde lejos):
o   Pegan a nuestro amigo.
·         Si entramos:
o   Pegan a nuestro amigo.
o   Nos pegan a nosotros.
A continuación empiezan mis conjeturas: ¿por qué, a pesar del balance aparentemente negativo fruto de entrar en la pelea, lo habríamos de hacer? No hay cerebro que decida así. Resulta frío y parece de psicópata estudiarlo, pero este era desde el principio nuestro objetivo (dar respuesta a la cuestión), y no puedo, simplemente, conformarme con esta incógnita, asumir esta contradicción. Dándole vueltas, me di cuenta de que estaba olvidando una serie de factores que daban la vuelta al resultado:
·         Si no entramos:
o   Pegan a nuestro amigo.
o   Nuestro amigo se siente doblemente dolido al sentir la deslealtad de no ser defendido por nosotros, aún siendo manifiestamente inútil intentarlo.
o   Debido al apartado anterior, sentiremos culpabilidad por abandonar a nuestro amigo (y no puedo dejar fuera este factor, porque opino que no hay altruismo que no se base, en el fondo, en nuestro propio egoísmo).
·         Si entramos:
o   Pegan a nuestro amigo.
Ahora sí tiene sentido. Escogemos la opción de entrar porque la lealtad implícita en la amistad exige que aparentemos intentarlo a pesar de las circunstancias. Pero, si sabemos a priori que es inútil, ¿no es esto equivalente a decir que la lealtad exige, directamente, que nos partan la cara para reconfortar a nuestro amigo? ¿No tiene esto una base posesiva en la que nuestro amigo se ofende si no nos lanzamos al mismo destino, cosa que hacemos porque nos compadecemos automáticamente del que está siendo aporreado? Puede que el concepto de lealtad, en determinadas situaciones, fuera un obstáculo para el máximo bienestar posible de los componentes de este binomio. Que no fuera práctico.

Desgraciadamente, dudo que puedan existir amistades en las que se puedan consensuar cosas así. Los instintos animales nos dominan, y encontrárselos en la base al desmigajar las motivaciones  del comportamiento humano resulta sencillamente descorazonador. Descubres actitudes que, a ojos de la razón, son absurdas, y sin embargo, debes seguir aplicándolas si quieres mantener los sentimientos que unen una amistad.
Dudo que pueda lograrse una amistad tan consensuada, y en la que exista tantísima confianza, que se acuerde no defenderse en una pelea en casos en los que sea inútil sin que esto conlleve los sentimientos distanciadores propios de una traición. Así que hagamos un poco de trampa y, como he hecho en la última comparación de alternativas, incluyamos las absurdeces también en la ecuación. Así, tanto el análisis de la pregunta primigenia como la respuesta del instinto te llevarán a lo mismo: defender a tu amigo.

Aún habrá quien dude de que estos comportamientos sean absurdos. Bien, si no fueran absurdos, al menos deberían ser coherentes con todas las situaciones. Pongamos unos cuantos ejemplos en los que el dolor de tu amigo compite con tu necesidad de salvarte a ti mismo o mejorar tus condiciones… y en los que la respuesta no está tan clara.

·         Tienes que competir con él por una plaza en un trabajo.
·         Quieres mudarte a la otra punta del mundo para rehacer tu vida y lo dejarás solo.
·         Estáis enamorados de la misma persona.

¿Qué diferencia esto de una pelea? Las únicas dos respuestas a esto dejan intacto lo retórico de esta pregunta:

1.      Parece extraño situar el interés de tu amigo por encima del tuyo en este caso porque poca gente ha hecho el esfuerzo de darse cuenta de que la situación es (prácticamente) idéntica y decidirse por una actitud u otra para ser coherentes, y la sociedad crea una cultura en la que, entre otras cosas, se asume esto como normal. Y tus amigos y tú pertenecéis a la sociedad.
2.      En los ejemplos anteriores se toman decisiones meditadas, con tiempo para razonar la respuesta y tomar una decisión. En una pelea no se toman decisiones meditadas. Los comportamientos absurdos (desde el punto de vista racional) toman la delantera.


No sé si se empieza a ver por dónde van los tiros. Tal vez el error haya sido preguntarme qué haría en una pelea… sin estar en una pelea. Hay respuestas que no se han de dar meditadamente y con tiempo, pues a la hora de la verdad, el resultado puede ser muy diferente. No siempre tiene sentido razonar.

Espero no acordarme de estas conclusiones a la hora de la verdad, pues la reminiscencia de esta deconstrucción me pondría más difícil actuar de manera instintiva. ¿Y por qué sigo empeñado en actuar, si ya hemos visto que es absurdo? Pues bueno, ya que sentir nos hace humanos pero he sido obligado a dar una respuesta y esto me hace pensar sin sentir, voy a incluir los sentimientos en la ecuación como he dicho antes. No hacerlo sería un error, un error que (por muy injustamente que lo haga) podría acabar con nuestras amistades, y eso sí que sería un mal balance.
Concluyendo: previsiblemente (pues insisto, ahora mismo no respondo en contexto), estoy dispuesto a que me peguen por solidaridad, decida en ese momento mi instinto o mi recuerdo de estas cavilaciones (que no lo sé). Estoy dispuesto a aguantar dolor físico por no agitar el dolor emocional de mi amigo y mío.

La cuestión de hasta qué punto tiene fácil respuesta: hasta que el dolor físico supere al resto. Entre llevarte una torta por tu amigo y entrar a defenderlo cuando lo acorralan cincuenta neonazis con navajas existe un término medio. Para mí, la amenaza de la rotura de un hueso, por ejemplo, del brazo, es el límite.

Pon la otra mejilla, pero no el otro brazo.

4/12/18

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Disonancia en clase

9:00. Suena el despertador y el primer mazazo del día llega al recordar que es Martes. Que me despierto para nada. Perezosamente, me levanto, ducho y desayuno para dirigirme, a través del tortuoso camino del otoño ovetense, al conservatorio. Allí me espera hoy una asignatura perteneciente al bloque del 40% de materias en las que pierdo en valioso recurso del tiempo.

"Percepción musical y entrenamiento auditivo" tiene como objetivo desarrollar el oído musical de los alumnos. Parte de ejercicios básicos, como dictados, intervalos y acordes que debemos escuchar en el piano y trasladar al papel.
Nada de esto sería un problema si no estuviéramos utilizando libros de unos 10 cursos atrás, aunque (bien es cierto), sorprendentemente, aún son capaces de causar dificultades a parte de la clase, que mezcla 5as justas con 6as mayores, 3as menores con 8as justas, blancas con negras y, en definitiva, churras con merinas y viceversa.

No tengo ningún problema con que se ayude al alumnado. Se repiten sencilleces hasta la saciedad y no se abandona un ejercicio hasta que el chaval lo desentraña. El problema llega cuando tienes en la clase a un alumno que tarda un minuto en hacer los ejercicios comunes y pasa quince viendo cómo el resto lo resuelve. Esto lleva ocurriéndome desde el pasado curso, con la misma profesora, y convierte las clases en una suerte de agonía en la que me veo obligado a perder hora y media a la semana -6 al mes, 18 al trimestre- poniendo buena cara y fingiendo que los ejercicios me presentan dificultad porque la guía docente estipula categóricamente que me han de costar.
Si no, ¿por qué en 1º hube de perder nota final por faltar a tres míseras clases? ¡Por favor! Es tan necesaria mi asistencia que ni por dos catarros y la muerte de un familiar estoy excusado. Del mismo modo, el otro día me llevé una bronca por sacar el móvil en clase. Estaba en uno de esos momentos de abstracción posterior a la finalización del ejercicio y, mientras esperaba a su resolución a lo largo del siguiente eón, me apeteció leer las noticias. Por algún motivo, terminé pidiendo perdón.

Me es absolutamente indiferente quedar como un soberbio. Tengo muy claro que oír bien no tiene mérito y oír mal no es culpa de nadie.
Pero han convertido el don de un oído casi absoluto en una condena, y lo han hecho en un conservatorio superior. No tienen ningún problema en ayudar a los alumnos con dificultades, pero compran el silencio y paciencia de los alumnos SIN dificultades a través de apartados llamados "actitud" y "asistencia". Total, sólo soy uno y me tienen a raya. En clase, solamente exploto por dentro.

¿Queréis la prueba de todo? Creedme o no, hoy mismo, Martes, he escrito este texto en ratos muertos de esta clase, en la que hemos hecho dictados melódicos por un valor total de 24 notas y escuchado 30 intervalos armónicos, a un nivel de Enseñanzas Elementales. Todos estaban bien, y a continuación adjunto la demostración.

¿¿¿¿¿¿Me puedo ir ya, por favor??????

P.D.: Me sobran 10 minutos. Voy a tener que aprender a hacer sudokus.

24/11/18

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Quiérete




Soy mi mente y mis ideas,
mas que pesen a quien pesen;
soy mis ojos y mis labios,
aun no habiendo quien los bese.

Soy despecho y comentarios
solo con quien lo merece y
doy amor y melopeas
a quien mi piel estremece.

Soy amigo, soy vecino,
hijo, primo, nieto, hermano,
mas también exploto al chino
cuando compro un móvil caro.

Y es que todo es relativo:
nada es bueno, nada es malo;
todos somos diferentes,
dime, ¿qué tengo de raro?

Somos muchos, tanta gente,
somos muertos y asesinos,
y jamás das con quién eres
hasta que aceptas tu sino.

Tú recorre tu camino,
pues al final de esta gesta,
llegues con o sin amigos,
no tendrás que rendir cuentas.

Quiérete.


20/11/18

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El manifiesto del chándal


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Hagamos hoy un ejercicio imaginativo.


Imaginemos que se ha descubierto un material que permite hacer cascos ligeros, refrigerados y cómodos para los albañiles. ¿Quién estaría en contra de reemplazarlos? ¿Qué clase de obrero nostálgico rechazaría la oferta con un "prefiero el casco metálico de siempre, gracias"? Exacto. Los músicos.
Y es que los obreros del arte sonoro seguimos anclados en una especie de servilismo en que complacer la visión del público está por encima de la comodidad, y, por tanto, del resultado. Las pajaritas ahogan a los flautistas, las mangas acaloran a los tubistas y las camisas por dentro boicotean la respiración del oboísta.
¿Pero qué importa esto? Cada vez que lo cuestiono, me encuentro con que la estética sigue jugando una parte importante e incontestable para quienes ya se han habituado a ella.
A veces me pregunto si nos acercamos a un auditorio para escuchar o para mirar (en el peor de los casos, para oír o ver), y me obligo a no responderme por precaución. ¿Estamos condenados a sufrir calor, agobio e incomodidad? Los derechos se inventan, es así como nacen. Y lo que hoy parece una locura será normal cuando hayamos entendido que un chándal sobre un escenario no es malo per se, sino al contrario, que puede acabar resultando en un mejor sonido.

Abramos los oídos y cerremos los ojos.
Hoy esto es un mero artículo de opinión, pero mañana será un manifiesto.
El manifiesto del chándal.

1/10/18

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Espabila o vas andando

Esto ha sido mi trayecto Torrelavega-Oviedo en Alsa ayer, ¿dentro? de la línea Bilbao-Gijón. En siete sencillos pasos. No solo te desplazas, también te entretienes.


0. Antes de mi bus, viene otro cuyo conductor pregunta por los de Oviedo. Cuestiono si es el mío y dice que "solo va hasta Oviedo". Perfecto, entonces no es el mío (pues el mío llega a Gijón), y no voy a ocupar una plaza de otro bus solo porque vaya donde quiero llegar. No subo.

1. Rechazan nuestros billetes (los de dos chavales y los míos) en NUESTRO bus. El conductor dice que deberíamos haber subido al anterior. Aparentemente, nuestros billetes "Bilbao-gijón autobús 11" no sirven para subir al bus 11 Bilbao-Gijón. Por lo visto en Llanes se iba a llenar y tendríamos que bajar.
Tras una discusión, llamadas del conductor, etc...


2. Subimos. El conductor nos reserva 3 plazas para cambiar de bus en Llanes si finalmente hay overbooking.


3. En Unquera los tres cambiamos de plaza porque estábamos en el sitio de otros que subían. Me dice el conductor "vóite a castigar, tú has cogido este autobús muchos domingos y no sabes gestionarlos". Respondo "¿tengo yo que gestionarlos por Alsa?"


4. En Llanes, bajamos los tres. Percal: faltan dos, hay tres de Erasmus ("Spain is different", les digo) de las cuales una sin billete, que quieren subir, y más gente sin billete porque no lo ha podido sacar en la máquina de la estación, estropeada. Nosotros sin ver rastro de las tres plazas reservadas en un bus que no llega. Sostengo el cigarro al conductor mientras dilucida el asunto por teléfono. Me doy cuenta de que es la primera vez que sostengo un cigarro en mi vida.
Me acuerdo de las lentejas que se me están descongelando. Pienso en reclamar a Alsa el dinero perdido que valen las lentejas. No lo hago.


5. Termina la llamada. Nos quedamos los tres, yo en el transportín y los otros dos atrás. Parece que llegaremos a Oviedo.


6. Como voy al lado, el conductor y yo hablamos un rato. Me dice que para otras veces tengo que coger el directo si bajo en Oviedo. Pero yo no tengo que adivinar cuándo tengo que coger el bus de mi billete y cuándo no. Y ¿qué hago delante, en un asiento más inseguro, si yo he pagado por otra plaza?
¿Aún cree que no tengo razón o ve que estamos enfrentados por un error externo? Me confirma lo segundo al ofrecerme un chicle.

4/9/18

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Manolo

7 de Enero de 2018. Familia Pérez García. Campuzano.

Tras el paso de SS.MM. los Reyes Magos por nuestra ciudad, muchas cosas iban a cambiar. Entre ellas, la limpieza del mismo, y es que alguno del famoso trío tuvo la idea de regalarnos un aspirador automático.
Tal ingenio es, básicamente, un artilugio con más capacidad y ganas de limpiar que tú. Asumida la inferioridad humano-máquina, solo queda delegar tu confianza en este atrapapolvo autónomo y disfrutar del fruto de su trabajo desinteresado, tras el cual él (Manolo, lo llamamos al verlo) volverá a la base para recargar sus engranajes.
“Con que hablara y poco más, ya estamos hablando prácticamente de un esclavo”. Y va, y  tras moverse un tiempo por el salón, habla. Aunque en inglés, y con una voz delatoramente femenina. Desde sus primeras palabras, supimos ya que Manolo era un(a) aspirador(a) inmigrante y transexual, una dura historia de superación que, por los tumbos de la vida, había sido arrastrada a (sobre)vivir aquí, sin contrato, de Lunes a Domingo, sin horario fijo.
Como prueba de ello, y antes de que se acostumbrara a la permisividad, lo pusimos a trabajar aquel mismo día, que era domingo, por la mañana, con una actitud (eso sí) condescendiente al no vigilarlo. En el tiempo en que estuvo desempolvando el salón, lo dejamos solo, nos acercamos a mirar, nos fuimos de nuevo, mi padre salió a comprar el pan y volvió, regresamos al salón para desconectarlo… y se había perdido.
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Se desató el pánico. Aquello no tenía sentido en absoluto. Nuestro salón tiene cuatro paredes y una puerta (cerrada en aquel momento), ¿dónde iba a estar? Los cuatro comenzamos a buscarlo. Ocho ojos para un aspirador ¿fugado? Esa era nuestra principal teoría: Manolo no aguantó más la presión y escapó. Pero ¿por dónde? No podía haberse tirado por la ventana, aunque sí hubiera estado abierta. Asomarse para comprobarlo, por si las moscas, era un gesto demasiado paranoico a esas alturas. De acuerdo, puede que la puerta del salón hubiera estado abierta en algún momento. O no (el cerebro modifica los recuerdos para dar respuesta a sus preguntas). De ser así, podría haber salido a la calle mientras la puerta principal estaba abierta, momentos previos a que mi padre saliera a comprar el pan. Uno o dos minutos para huir del horror.
Y héteme ahí, tras peinar la casa, bajando aún en bata y zapatillas por el portal y preguntando a los vecinos si habían visto un aspirador, cual niño perdido. Nadie aportaba esperanzas. “Es bajito, se llama Manolo, habla en inglés y tiene una voz muy aguda”. Nada, ni siquiera al final de la calle, máxima distancia que la vergüenza me dejó recorrer enfundado en ese atuendo matutino.
Volví a casa (donde seguían sin verlo) con la mirada del que sabe su fracaso. Empezamos a adjudicar la extraña pérdida a una casualidad de la física cuántica, que habría borrado o trasladado todos sus átomos de golpe; a una alucinación colectiva, más plausible; o a cualquier fenómeno paranormal que nos contentara.

Fue solo cuando ya estábamos requiriendo el testimonio de la vecina que me dio por asomarme a un mueble extremadamente pegado al suelo, tanto que no sabíamos que hubiera aire entre la base y el parqué. Pero lo había. Muy poquito, pero suficiente para Manolo, embutido y atrapado en ese hueco claustrofóbico.

Hago, para terminar, un llamamiento a científicos de toda clase: dejad de poner fechas al año en que la inteligencia de los robots supere a la humana: ya lo ha hecho.
Concretamente el 7 de enero de 2018.

22/8/18

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Actualización

Amigos enelohachepianos: como escritor vuestro que soy, os debo una explicación. Y esa explicación os la voy a dar.

Alguien se podrá preguntar dónde he estado estos meses de quasi inactividad.
Seré breve: al igual que a tanta gente, me golpeó la ansiedad cuando no la esperaba. Una serie de catastróficas desdichas, como diría algún escritor, se alineó para destruir mis gafas color de rosa. Mi nula previsión de esto, sumada a una capacidad de reacción extremadamente lenta, fueron dos puñetazos que fueron a parar directamente a mi materia gris y mi ser en todos sus ámbitos.

No voy a detenerme aquí a describir los síntomas de la ansiedad. Como cualquier sentimiento, es necesario experimentarlo para comprenderlo. Algún día estaré capacitado para describir con detalle la avalancha de pensamientos y sentires que colapsó mi cabeza.

Me hizo sentir culpable con cada acto, pensando en su repercusión sobre el planeta.
Me hizo sentir impotente por cada duda existencial no resuelta -el 100%, claro-.
Me hizo sentir egoísta al querer mi felicidad sabiendo la tristeza de otros.
Me hizo sentir estúpido en cada conclusión que aguantaba su solidez, a lo sumo, un día.

Fueron meses de mucha confusión inesperada. Pero sobreviví. El instinto animal cogió las riendas y me llevó a clase, a la residencia, a casa, a clase -de nuevo-, me hizo estudiar y disfrutar, en la medida de las circunstancias, de la vida.
Pero claro, el instinto animal no sabe escribir. Eso era demasiado para mi. Para escribir hace falta interesarse por lo escrito, y una impotente apatía me lo impedía. Tampoco era capaz de juntar una neurona con otra para concentrarme, lo cual es igualmente necesario. Así estuve un tiempo, pensando todo esto cada vez que entraba a Blogger con la intención de escribir una entrada nueva.

Tras esta experiencia -que aún trae cola-, por si os interesa saberlo, he cambiado. Sería imposible no haberlo hecho. No esperéis, en principio, la vuelta de esos irónicos textos que tanto difrutaba, de esos retruécanos lingüísticos que encajaban a la perfección, de esos razonamientos en apariencia puros y evidentes, de ese estilo resuelto que encerraba, a mi juicio, una cierta superioridad.

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Aprendí que madurar no es resolver tus dudas, sino aceptarlas -y sí, muchas frases bonitas como la que acabo de soltar al final tenían sentido. Los refranes también. Las metáforas también-.

No vivimos tiempo suficiente para extraer una teoría correcta de la vida. Cada uno elabora la suya para ir tirando, simplemente, pero si ahondas en ella acabarás encontrando axiomas basados en el puro instinto. Por eso no tenemos más autoridad moral que el resto para convencerles. En el fondo, damos una capa de lenguaje a lo que, simplemente, nos sale del alma. Asumes que al resto le va a parecer bien o mal algo, y sobre esto explicas tu teoría. Pero ¿y si lo que a ti te encanta a él le causa repulsa? Entonces no puedes hacerle ver que está equivocado porque, simplemente, no lo está.
Sabido esto, el falso debate de la razón, solo puedes imponer lo que a ti te parece justo por medio del aséptico método de elevar tu voz por encima de las demás -si esperas a que todo encaje para actuar, mueres esperando-. Por cierto: esto es la democracia, lo que nos demuestra que todo esto era algo que había sido entendido hace mucho, pero que nos había dado tiempo a volver a olvidar.

En fin. No sé qué escribiré a partir de ahora, ni cuándo lo haré, pero sigo aquí y, con el tiempo suficiente, habrá cosas dignas de plasmar aquí.

Tranquilos, que no me había olvidado de vosotros. Solo me había olvidado de mí mismo.

¡Nos vemos en la próxima!

29/7/18

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Aún sin quererlo




Me estoy lanzando
aún sin quererlo;
recuerdo tantos
íntimos fallos...
aunque lo sé: puede ser bello.



Me confundes,
asustas,
roes mi mente,
inspiras,
atraes.



¿Miro por ello,
arriesgo todo,
repito el verso,
ínfimo intento
a ciegas hecho?

27/4/18

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Asco

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“Asco” es la única palabra que puede describir lo que sentimos al leer la sentencia del caso de La Manada. En primer lugar, por el detallado y macabro relato de una clara violación grupal, y, seguidamente, por las interpretaciones que algo llamado Justicia ha realizado sobre esta.

Entendiéndose que no hubo intimidación, la condena aplicada se queda en abuso sexual, no en agresión. La corta mirada de los jueces no ha podido (o no ha querido) comprender que, en estado de shock y bajo los efectos del alcohol, pocas señas de sentirse intimidada pudo dar la denunciante, no bastándoles su inmovilidad y sus ojos cerrados en casi todo momento.

Del mismo modo, se entiende que hubo consentimiento, si bien “fue obtenido por el uso de una situación de superioridad”. ¿En qué lugar deja esto la palabra “consentimiento”?

No soy jurista: desconozco si otros jueces podrían haber visto y señalado la intimidación que producen diez ojos lascivos alrededor tuyo en un cubículo sin salida de 3 metros cuadrados. Tal vez la ley exija que vuelen puñetazos y patadas para incluir el criterio de “violencia e intimidación” que tanto echamos en falta. Tal vez la chica tendría que haberse operado previamente el cerebro para no tener estados de shock y entonces resistirse, jugándose la vida (y la muerte) como otras.

No sé si son los jueces. No sé si es la ley. Pero sí sé que es un "fallo" insuficiente e injusto.

21/3/18

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34 años

34 años se equivocó Orwells. Este escritor, en aquel "1984", se precipitó viendo venir el momento en que nuestras vidas estarían reguladas por aquel Gran Hermano que controlara nuestros movimientos y programara nuestro comportamiento futuro. Sin embargo, aún anacrónico, acertó de lleno con el contenido.

Resultado de imagen de facebook controlFacebook está envuelto en un escándalo. Se ha descubierto, en una investigación conjunta del New York Times y The Observer, que esta empresa, en colaboración con una consultora (Cambridge Analytics) que trabajó para Trump y un profesor universitario, utilizó datos recopilados de forma ilegal sobre los usuarios estadounidenses en la red en 2014. ¿Y qué hicieron con estos datos? La mejor campaña posible en base al comportamiento de los posibles votantes.
Creo que huelga remarcar la gravedad de estos hechos. Nuevamente, mis predicciones catastróficas sobre las redes sociales, aquellas que con 13 y 14 años me hicieron atosigar a todo el que se atreviera siquiera a entrar en Tuenti, fueron desgraciadamente ciertas.
Es preocupante ser consciente del hecho de que información sobre nuestro sexo, edad, localización, imagen y, con la llegada de la maravillosa inteligencia artificial, ideología y predicciones de comportamiento, está alojada en millones de fríos servidores dispuestos a lo largo de varias naves industriales en todo el mundo. Naves controladas por empresas privadas que, a mayor tamaño, menor ética, y es que no hay un solo motivo para pensar que no van a seguir aplicando un modelo de negocio que, ilegal o no, correcto o no, les acabe dando más beneficios.
¿Qué ganamos cuando entramos a Facebook por la mañana? Según constatan varios estudios, depresión y nerviosismo. ¿Qué ganan ellos? Nuestros datos, nuestro visionado de publicidad y, en definitiva, nuestro trabajo gratis. En el sentido en que las redes sociales están diseñadas de forma adictiva para captar clientes a costa de la salud, Facebook me recuerda al tabaco. Solo que los paquetes no contienen advertencia.
La gran pregunta es qué debemos hacer ahora. Yo soy el primero que tiembla al acercarse al botón para cerrar Facebook (si es que este se puede encontrar). Tal vez a estas alturas borrarse sea peor que lo malo que es ya permanecer. Tal vez nos estemos quedando sin opciones, condenando a leer titulares y observar emoticonos con toda la atención del mundo, como un bebé observa un sonajero. Tal vez pierda todos los servicios asociados a mi cuenta de Facebook en Internet por no querer vender regalar mis datos. Puede que mañana esta vergüenza sea legal porque lo añadan en la última fila de términos y condiciones que nadie lee. Puede que al 7% de desplome que se ha llevado el Caralibro en bolsa lo suceda un repunte, un borrón y cuenta nueva, como pasó con Volkswagen y las emisiones de CO2.

Si Orwells levantara la cabeza, pensaría que le están teatralizando.

26/2/18

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Nacionalismo: el debate

¡Feliz año!

Hace un mes organizamos en la residencia un debate sobre nacionalismo. La histeria colectiva que gira en torno a este tema nos hizo querer plasmar a Nestor y a mi nuestras reflexiones, inquietudes y conclusiones sobre el conflicto más polarizado... en forma de diálogo. Lo que precisamente falta en España, vaya.
Se trata de un protodebate al que, según ha opinado posteriormente el público, le queda mucho para alcanzar un cierto nivel. Aún así, hay bastantes puntos destacables, que deberían dar lugar a la reflexión y hacen aprovechable el vídeo.
Ya que yo escribo el post, me responsabilizo por la parte que me toca en cuanto a la organización del formato y las carencias de información que aún tengo, sobre todo en temas históricos. A ello se debe la casi entrevista que realizo a Nestor al principio. Se trata de conocer las palabras y detalles de su propuesta en profundidad antes de discutirla. No me duele admitir que me falta información sobre Euskal Herria, para el tema vasco; y sobre jurisdicción, para el catalán. Pero si esperara a estar completamente preparado, moriría sin haber debatido jamás, y no pienso abstenerme.

Las "fe de erratas" añadidas sobre la misma imagen tratan de corregir los errores de términos que he cometido a lo largo del debate. No lo considero una ventaja respecto al oponente, pues queda claro que cometí algunos errores, tanto de comprensión lectora como de terminología, que han sido corregidos más tarde y gracias a las indicaciones del público.


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Ornitología

¿Cómo se enfrentan dialécticamente un demócrata y un franquista? He aquí una discusión mantenida por Whatsapp el año pasado. Empezamos fuerte 2018.
P.D.: Quien pueda, que entienda el título.


Miguel Pérez, ¿desearía usted formar parte de mi partido político?

Descríbemelo un poco. Es un partido formado por una profesora de economía, un hippie/rojo y yo, con ideas acordadas entre los tres.

Madre mía. Ese partido va a llegar lejos.

¿Te unes a nosotros? Me temo que no encajo mucho en vuestro modelo de partido.

Necesitamos gente con distintas opiniones.

Combinar a gente tan diversa... Con el fin de lograr el bien común. Se supone que un partido tiene una ideología. Lo vuestro está bien para debatir, pero el partido tiene que propugnar una ideología más o menos similar.

Cuanto más distintos mejor. Así nadie impone sus ideas, sino que todo se habla entre todos.

Pero un partido sin ideas claras no sirve para impulsar ningún cambio. ¿Quién lo votaría?
Debatir está genial, pero en un partido no tiene sentido. Si lo tiene es dentro de una ideología similar.

Lo votaría cualquiera que esté cansado de estos políticos ladrones y corruptos. Entonces quitamos a unos políticos ladrones y corruptos y ponemos a unos que no saben qué dirección tomar.

A nosotros, que buscamos el bien común.

Sí, pero aunque todos busquemos el bien común, cada uno lo va a querer hacer de una manera, lo que nos impedirá avanzar. Si hay varios caminos (que no lo creo, pero supongámoslo) para lograr el bien común, aunque los tres queramos ese fin, no se pueden aplicar los tres a la vez.

Pues nos tenemos que poner de acuerdo en unas ideas. Se trata de arreglar el país. Cada uno será encargado de una serie de tareas y será revisado que las cumpla bien, sin corrupción y con humildad.

"Corrupción" será una cosa para cada uno, igual que "humildad". Y, por ejemplo, no se puede dirigir la economía desde la derecha y la cultura desde la izquierda, ¿entiendes? Un partido no puede ser de varias ideologías  ala vez repartidas en distintas tareas.
Es que no voy a estar de acuerdo con lo que haga otra persona con otras ideas, porque no voy a considerar que esté arreglando el país, sino haciéndolo mal. Por eso su ideología es diferente a la mía.

Resultado de imagen de urnaPues lo que opine la mayoría. Cada uno expone sus argumentos y luego todos votamos las que nos parezcan mejores. Si todos están de acuerdo en las mismas ideas, no tiene sentdo.

No podría apoyar un partido en que se apoyen ideas opuestas a las mías. Que hayan sido votadas no hace que las apoye, solo que respete la legitimidad que tienen. Nos tienen que unir más cosas que el respeto al sufragio, porque no se pueden llevar bien a cabo acciones con las que no estamos de acuerdo.

Qué forma de complicarse la vida. Tampoco es tan difícil arreglar el país, con matar a todos los políticos y usar su dinero ya está. Hay demasiados políticos para el poco territorio que tenemos.

Respecto a "tampoco es tan difícil arreglar el país": yo, por ejemplo, opino que sí lo es. ¿Lo votamos y definimos si a partir de ahora es difícil o no? No tiene mucho sentido.

No. Tú expones tus argumentos de por qué es difícil y yo los míos sobre por qué es fácil. Los mejores y más coherentes se llevarán a cabo.

¿Y quién decide cuáles son los mejores? Podemos seguir en desacuerdo, y nuestra acción política, paralizada. Eso son cosas que hay que hacer antes del partido.

Lo importante es arreglar el país, no criticar mi perfectísima forma de gobierno.

Lo que yo te digo es que, aunque el objetivo sea "arreglar el país", cada uno tiene su forma de hacerlo. Unos tendrán razón y otros no. ¿Quién lo sabe? Mmm... Hasta que no se hace, yo creo que no se puede saber. Y si no estamos de acuerdo no podemos actuar rápidamente. No podemos pararnos a debatir todo. Por eso los partidos representan unas ideologías y tú te adscribes a ellos cuando la tienes. Un partido no puede ser un conjunto de ideas opuestas, porque no podría actuar.

Pues entonces Golpe de Estado y dictadura de [me ha pedido que no aparezca su nombre]. ¡Suerte con ella! Tú me has de ayudar más y debatir menos.

Resultado de imagen de urna electoralYo me adscribiré a la oposición, como demócrata. Entonces te fusilaré. Recortaré la libertad de prensa, de expresión, y despediré a todos los políticos.  Me parece una forma poco rigurosa de arreglar el país. Gobernaré yo con mis buenas normas. Todos felices y España grande otra vez.

Como comprenderás, no puedo estar más en desacuerdo.

El fin justifica los medios. Fin = España grande de nuevo. Tanto el fin como los medios tienen que ser correctos, justos, rigurosos y estar armonizados.

Cuando Primo de Rivera tomó el poder, España estaba fatal. Y poco se habla de que la arregló, con su dictadura, pero la arregló bien.

No puedes obviar todo lo que conlleva una dictadura. Hubo gente que murió en un país sin derechos. ¿Ese era su fin (en ambos sentidos de la palabra)? El fin era arreglar el país y lo consiguió, ¿sí o no? ¿A qué llamas "arreglar el país"? ¿A que no haya oposición porque han muerto? ¿No has estudiado Historia? Al parecer, no la misma que tú.

España estaba fatal, con mierdas corruptas gobernando. Y llegó un dictador, qué bien. Y este gran hombre, con mano dura, arregló toda esta mierda. Y también el problema de los moros.

En fin, no sé por dónde empezar.
Si es un dictador, no cuenta con la legitimidad para hacer NADA, por mucho que sus intenciones sean buenas (que dudo que no tuviera intereses). Igual el resto no tenía las mismas prioridades que él. Igual no le preocupaban "los moros". Igual convenía desarrollar una democracia en ese país y avanzar en otros aspectos. En cualquier caso, a él no parecía importarle jugar con un país sin saber a qué quería jugar el resto. Y ahí está el error.

Si la débil democracia te parece la solución... no funciona. ¿No lo ves en estos tiempos?

Vivimos mejor que en el Siglo XX. En innegable, mira la esperanza de vida, mira los servicios públicos.

Lo único que hacen es robarnos, tratarnos como a estúpidos, reírse de nosotros. Solo te preocupan temas de orgullo y patria, no aumentar nuestra calidad de vida. Que tú vivas bien no significa que la mayoría viva bien. Por supuesto que no, pero la mayoría vive mejor que hace un siglo, con mayores libertades morales y civiles, y esto es completamente independiente de cómo viva yo. ¿Qué importa la vida? No somos inmortales, llegar a viejo es jodido. Mejoremos la sanidad. ¿Para qué gastarnos dinero en gente que no tiene mucha vida por delante, en vez de gastarlo en gente joven? Para que vivan bien lo que tienen, que es todo.

La democracia no es la solución, sino el problema. Pues no te encubras haciendo un partido político. Da un golpe de Estado y suerte con ello, como ya te dije. Si pudiese dar un golpe de Estado y gobernar, no estaría aquí haciendo un partido. Menos mal que no puedes.

Pobre Miguel, ¿todavía confías en estos políticos?

Todavía confío en la Humanidad, y no creo que deje de hacerlo. Respecto al "para qué gastarnos dinero en gente con poca vida por delante": vota a partidos que propugnen lo mismo y acepta lo que las personas de tu alrededor voten, que será todo lo contrario. ¿No funcionaba así tu partido, o solo es cuando te apetece?

Yo hace tiempo que dejé de confiar en la Humanidad. Eso no es culpa del Estado. Y más en el futuro. El partido no está perfeccionado. Tenemos una serie de ideas y hay que resumirlas.

Mi desconfianza en la Humanidad es culpa de la educación y las personas en general. Si educas a tu hijo bien no será un gilipollas sin respeto, sin vergüenza ni educación, como la mayoría de los jóvenes de ahora. Estúpidos, al fin y al cabo. No saben lo que hacen.

¿No te das cuenta de que todo eso que dices es una opinión, que en sociedad no tiene más validez que la de otro, y que imponerla por fuerza no te da la razón sino simple autoridad? Por eso lo del partido con diferentes opiniones. Tu problema no es tu opinión. Es tu nulo sentid democrático, que hace que no tenga sentido debatirla.

La democracia es una farsa, Miguel. Eres tú el que no quiere verlo, cegado por tu creencia en la Humanidad. Entonces, ¿por qué juegas a lo del partido? Con diferentes opiniones, además. Es la última gota de confianza, la última opción antes de tomar el poder por la fuerza. Daré una última oportunidad a España. La confianza se da o no se da, no puedes darla en forma de partido político a la vez que deseas un golpe de Estado mientras eres parte de tal partido. Es un doble rasero.

A ver. Les doy mi última confianza para que exista "democracia" y arreglen el país. De ellos depende. El Gobierno de un país no depende de tu confianza. Depende de la opinión de la mayoría, y si la mayoría se equivoca es legítimo, por mucho que duela. La gente es estúpida e incompetente. El golpe de Estado es la mejor opción. Que la mayoría es estúpida es igualmente tu opinión. Otro podría pensarlo de ti.

Cuando arregle el país podrán pensar lo que quieran de mí, pero ya estará hecho. Eso no funciona así, insisto. Tendrás la autoridad, pero no la razón. Con la autoridad es suficiente.

Y el país no está roto, simplemente necesita más progreso y cada uno tiene su idea del progreso. La que necesita es una limpieza, empezar de cero. Claro que tenemos graves problemas, pero se pueden solucionar y una dictadura no puede hacerlo. 

Resultado de imagen de franquismoDemuéstrame que se pueden solucionar sin tener que recurrir a la fuerza y la opresión. Para empezar, la opresión y la fuerza ya son situaciones negativas en un país, y deben evitarse. Su condición de "medio" no las exime de esto que digo. Dicho esto: esperanza de vida, sanidad pública, libre circulación, jornadas de ocho horas... Nada de esto se ha hecho en dictaduras. En una dictadura se hará lo que sea necesario para arreglar el país. Pues hasta ahora no ha coincidido nunca, ¿eh? 

Para ti, "arreglar el país" = dictadura. Así, te parece lógico implantar una, pero te equivocas en la relación que estableces entre estos conceptos. Los ves como sinónimos, o eso creo yo. No. Yo digo que prefiero dictadura. Pero la dictadura tendrá que ser la última opción, una vez todas las demás hayan fracasado. Y entonces sí, el fin justifica los medios.

En fin. No hay consenso, parece. Y aunque a ti eso te de igual, a mí me preocupa. A mi lo que me preocupa es la mala situación del país, no sé tú. A mí me preocupan las personas, que son las que viven, sufren y sienten en el país. Eso está englobado dentro del país. Si lo mejoramos, tendrán que mejorar las personas. El orden de los factores no altera el producto. 

Me temo que es al revés. Un país son sus personas, no mejoras mágicamente un país sin que cambie la situación de estas. Un país son sus instituciones. Las personas que no cambien, al hoyo. Jamás. La libertad de expresión y el derecho a la vida son fundamentales. Y si otro no piensa como tú, te aguantas. ¿A ti solo te provoca rabia y a él, para compensar, la muerte? Veo un desequilibrio.

No importa, porque se acabaron sus opciones de libertad. No supieron aprovecharlas y ahora tendrán que pagar por ello. No digas "se acabaron", di "se las quité". Y sí que importa. Para el otro supone la vida, es decir, todo. No, Miguel. Se acabaron, pues hemos quedado que la dictadura sería el último paso, lo que significa que todos los demás fueron fallidos. Yo no he quedado en eso. Si no fuera por ti no habría habido ninguna libertad fallida.

¿Acaso un violador tiene derecho a vivir? Por supuesto, pero en el trullo. ¿Cadena perpetua? Eso depende, con arreglo a la ley... consensuada por todos. Ojo por ojo. Y el mundo se quedará ciego. En España lo máximo que hay es la prisión permanente revisable. En España lo que hay es una mierda. Un tío mata a 30 personas y al poco tiempo le sacan de la cárcel... Una persona que ha matado a gente no merece vivir. ¿Como Franco, o ese no cuenta? Mató a gente.
No empieces, también los rojos mataron a gente. No lo niego. Solo que de eso no se habla. Los rojos son las víctimas.

¿Franco? Un grande. Entonces, si mató a gente, ¿no merecía morir? Porque, mira, yo creo que no. Pero en la cárcel habría estado muy bien. Si la persona ha matado por un bien común, no matar por matar, no merece morir. Arreglar España me parece un bien común. El fin justifica los medios, nuevamente. 

Insisto en que cada uno tiene su concepto de bien común. Además, ese bien no parecía ser común a varios miles de personas, ¿no? Pues si no les parece bien, les invito a irse del país que yo he solucionado y ellos no quieren. Igual ellos quieren arreglar otras cosas. Por cierto, Franco no les invitó a irse: supongo que de nuevo tenemos una excepción para ti.

Franco tenía su propia opinión, con la cual estoy de acuerdo.Si quieren arreglar otra cosa, que creen un país a su medida, pero que no molesten al mío. ¡Pena de muerte obligatoria! ¿Y por qué no lo creas tú? ¿Qué te da importancia sobre el resto? Yo lo he arreglado y soy el dictador. No me sirve tu argumento. De hecho, no lo es.

Piensa que si todos los intentos de arreglar el país sin dictadura fracasaron, cuando sea dictador no volverá a haber más intentos así, sino que España será una dictadura indefinidamente.

Pero es que yo no quiero. Ah, que eso no cuenta. Perdone, señor dictador.
Menos mal que tu opinión está en minoría, porque no sé cómo acceder a tu cabeza y hacer que te des cuenta de tu craso error. Error es confiar en la democracia. No existe y nunca ha existido. Más erróneo es un sistema en que es necesario matar gente. Mejor expulsar. Matar si es necesario.

Déjalo.