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21/3/18

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34 años

34 años se equivocó Orwells. Este escritor, en aquel "1984", se precipitó viendo venir el momento en que nuestras vidas estarían reguladas por aquel Gran Hermano que controlara nuestros movimientos y programara nuestro comportamiento futuro. Sin embargo, aún anacrónico, acertó de lleno con el contenido.

Resultado de imagen de facebook controlFacebook está envuelto en un escándalo. Se ha descubierto, en una investigación conjunta del New York Times y The Observer, que esta empresa, en colaboración con una consultora (Cambridge Analytics) que trabajó para Trump y un profesor universitario, utilizó datos recopilados de forma ilegal sobre los usuarios estadounidenses en la red en 2014. ¿Y qué hicieron con estos datos? La mejor campaña posible en base al comportamiento de los posibles votantes.
Creo que huelga remarcar la gravedad de estos hechos. Nuevamente, mis predicciones catastróficas sobre las redes sociales, aquellas que con 13 y 14 años me hicieron atosigar a todo el que se atreviera siquiera a entrar en Tuenti, fueron desgraciadamente ciertas.
Es preocupante ser consciente del hecho de que información sobre nuestro sexo, edad, localización, imagen y, con la llegada de la maravillosa inteligencia artificial, ideología y predicciones de comportamiento, está alojada en millones de fríos servidores dispuestos a lo largo de varias naves industriales en todo el mundo. Naves controladas por empresas privadas que, a mayor tamaño, menor ética, y es que no hay un solo motivo para pensar que no van a seguir aplicando un modelo de negocio que, ilegal o no, correcto o no, les acabe dando más beneficios.
¿Qué ganamos cuando entramos a Facebook por la mañana? Según constatan varios estudios, depresión y nerviosismo. ¿Qué ganan ellos? Nuestros datos, nuestro visionado de publicidad y, en definitiva, nuestro trabajo gratis. En el sentido en que las redes sociales están diseñadas de forma adictiva para captar clientes a costa de la salud, Facebook me recuerda al tabaco. Solo que los paquetes no contienen advertencia.
La gran pregunta es qué debemos hacer ahora. Yo soy el primero que tiembla al acercarse al botón para cerrar Facebook (si es que este se puede encontrar). Tal vez a estas alturas borrarse sea peor que lo malo que es ya permanecer. Tal vez nos estemos quedando sin opciones, condenando a leer titulares y observar emoticonos con toda la atención del mundo, como un bebé observa un sonajero. Tal vez pierda todos los servicios asociados a mi cuenta de Facebook en Internet por no querer vender regalar mis datos. Puede que mañana esta vergüenza sea legal porque lo añadan en la última fila de términos y condiciones que nadie lee. Puede que al 7% de desplome que se ha llevado el Caralibro en bolsa lo suceda un repunte, un borrón y cuenta nueva, como pasó con Volkswagen y las emisiones de CO2.

Si Orwells levantara la cabeza, pensaría que le están teatralizando.