«La vejez no vuelve sabios a los ignorantes ni querubines a los demonios. Esas imágenes del pobre anciano, desvalido y enfermo que va a ser privado de libertad no pueden llevar a engaño. Sigue siendo el mismo bruto que, al igual que a los que, en un primer momento, pretendían combatir, firmaba penas de muerte, unas en los despachos y otras poteando por las tabernas de su tierra, decidiendo quién viviría y quién no.
Las bombas, colocadas en cuarteles y supermercados, a la hora de llevar a los niños al cole o en el día de compras familiar, denotan la catadura de estos personajes. Son como los lobos que acaban con la vida de diez ovejas para comer solo una pata, porque no matan por hambre: matan por su instinto asesino. Sin embargo, los lobos van de frente y ellos no. Es tal su valentía que sus métodos preferidos eran el mando a distancia y el acercamiento por la espalda.
Niños, policías, políticos, barrenderos, viandantes, parejas, estudiantes. Cualquiera podía ser su objetivo por el hecho de estar a esa hora en el sitio "equivocado".
Durante decenas de años continuaron con su "lucha armada". Más de ochocientos muertos, de los que más de trescientos siguen sin resolver. Los verdugos han huido a países santuarios o continúan jugando al tute en los mismos pueblos donde ejercieran de valientes "gudaris". Sus supuestos motivos para llevar a cabo tales actos no valen ni una sola de los muertes perpetradas: ni territorio, ni idiomas, ni ADN, ni costumbres, justifican matanzas indiscriminadas que han dejado como legado cientos y cientos de mutilados, depresivos, viudas, huérfanos, enfermos de miedos, recelos y odios motivados por años de mentiras y quiebros de la Historia.
Dicen que Dios pone a cada uno en su lugar. Yo, como soy "dudante", espero que se haga primero en este mundo, por si acaso no hay otro y se van de rositas. Espero que sean tratados con la misma "imparcialidad" que ellos a sus víctimas.
¡Agur!»
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