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29/12/19

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El último sueño

Hace dos noches tuve un sueño extrañísimo, y, como en este blog nunca salgo de la política y los textos que, por rigurosos (o intentos de serlo), no conocen el pensamiento abstracto, voy a aprovechar para purgar aquí mi experiencia onírica y, por qué no, permitir que un relato fantasioso se apodere de mi archivo de entradas de vez en cuando.

El sueño transcurre en el Vaticano. Me situaba dentro de la basílica de San Pedro, con mis padres, mi hermana y un vecino vestido de albañil (ni el casco se quitó para entrar, qué desconsiderado), entre una enorme multitud que estaba viendo al Papa dar un discurso político con perfecto acento del norte de España (y es que en un sueño hay que economizar recursos).
"Veo con mucha preocupación la situación en Cataluña. Votad moderado, que luego pasan estas cosas y vienen los lloros" - proclamó el pontífice.

Y, ante nuestra aún expectante mirada, anunció que ya había terminado su disertación, y que, si le disculpábamos, se iba a quitar una cosa de la iglesia. Entonces, lentamente, se dirigió a un enorme lateral de la basílica, cargado de retablos cubiertos en su totalidad por papel film (separado de la pared alrededor de medio metro largo). Dispuesto a tirar abajo ese plástico transparente que empañaba la visión de las figuras y cuadros detrás situados, y ya delante de la inmensa lona, la agarró desde abajo y tiró con sus manos de ella. Pero la pared era demasiado alta, y el plástico estaba demasiado asegurado y pegajoso (la electricidad estática es así). Así pues, ante nuestros atónitos ojos, se agachó, se metió entre el plástico y los retablos y comenzó a escalar por los relieves de estos hasta llegar a un punto alto. Detrás de la lona, y encaramado a la pared, gritó "¡Cuidado!".


Acto seguido, saltó del pequeño relieve en altura en que se asentaba y comenzó a caer. Durante esta caída, iba agarrando, desde dentro, trozos del plástico por aquí y por allá, que, ahora sí, se iba desprendiendo, víctima de tanta agresión a tanta velocidad.
El Papa llegó al suelo de pie e hizo una reverencia. Nosotros comenzamos a aplaudir... y entonces sonó la alarma.

Con esta curiosa experiencia despido el 2019 y deseo que, el año y la década venidera, encontremos la felicidad y todos nuestros sueños se hagan realidad. Incluso este.