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13/1/20

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In varietate concordia

Resultado de imagen de españa existe

Resulta desolador observar imágenes de enfrentamiento como las que últimamente caracterizan nuestra sociedad. Sin ir más lejos, las que nos dejó la manifestación "España existe" de domingo 12 de enero.
Grupos de indignados españolísimos bajo los rojigualdos reflejos de nuestra bandera se enfrentaban, gritaban hacia ayuntamientos de todo el país. ¿El crimen denunciado? Un pacto del nuevo Gobierno con filoetarras, bolivarianos y demás encarnaciones del mal. ¿La solución practicada? Más España, más banderas, más himnos y algún que otro aguilucho.
Paralelamente, calles aledañas se llenaban de los alter ego de toda esta gente. Hordas de anfifascistas que buscaban el enfrentamiento con estos no-tan-anti. Encapuchados y gregarios, también tenían clara su denuncia: la franquización de la política y la recuperación de ideas retrógradas ya superadas en el debate social.
El resultado, una vez coincidentes en espacio y tiempo unos y otros, es una lamentable imagen de trincheras: dos bandos homogéneos y absolutamente antagónicos y una fina línea policial en medio evitando el desastre. Por encima de sus cascos, sobrevolando, insultos, escupitajos y amenazas. Todo un ejemplo de concordia.
De cara a los cínicos filoetarras, los policías eran aliados del caduco régimen del 78 defendiendo y legitimando (¡habráse visto, esto en Alemania es crimen!) al fascismo. Para los malévolos franquistas, la policía no estaba sino demostrando que, como todo el resto del Estado, había sucumbido a la dictadura progre, legitimando y defendiendo (¡habráse visto, esto en Alemania es crimen!) a aquellos que desdramatizan la ruptura de la ley y el orden constitucional.
La triste verdad, bajo una mirada desideologizada, es que allí solo había gente que había quedado con su cuadrilla de amigos políticos para perder el domingo soltando bilis.



No podemos seguir así. Es necesaria, y urgente, una desescalada dialéctica, es necesario que los políticos, pero sobre todo la ciudadanía -que siempre va por delante-, vuelvan sobre sus pasos y examinen en qué momento se permitieron pensar que consentirse la comodidad intelectual de la hipérbole, el insulto, la no-escucha, llevaría a alguna parte positiva. Y es que a alguna parte sí que ha llevado: a la normalización del concepto "política de bloques", la crispación, la parálisis política, que, vaticino, seguirá enquistada por mucho gobierno que tengamos ya.
Animo a Fulano Fernández, del grupo de la derecha, que en algún momento se dejó unir a la turba que, para picar a los de enfrente, empezó a cantar el Cara al Sol, a que se siente en un banco con Mengana Ramírez, la encapuchada del otro lado de la calle, y le diga que cree que ella es una terrorista, le explique de dónde volverán esas banderas tan victoriosas, y dónde le hallará la muerte, o, lo que es lo mismo, quién del grupo de Mengana estaría dispuesto a matarle antes de que él lo hiciera con ellos.
Animo a Mengana Ramírez, del grupo de la izquierda, a que, cuando ya llevara un rato gritando "Vosotros, fascistas, sois los terroristas" a los enfrentados a ella, se fuera a tomar un café con Zutano García y le explicara por qué ese pobre Zutano es un partidario del sistema político-económico fascista, y los vínculos que, por tanto, le convierten en un practicante del terror al nivel de Bin Laden.

No podrían. No podrían hacerlo por varios motivos.
En primer lugar, porque no es cierto. En el contexto de la manifestación, y de la crispación -que no es más que el esfuerzo de los poderes fácticos y no tan fácticos por mantener un ambiente de manifestación en la vida cotidiana-, uno se permite exagerar las definiciones, ampliar el significado de los términos, igualar cosas muy diferentes, siempre al alza, y mezclar churras con merinas, en resumen: simple y llanamente, faltar a la verdad.
En segundo lugar, porque el ser humano no se comporta igual en grupo que solo. Acompañados por el suficiente número de acólitos, nos crecemos y resulta mucho más cómodo autoengañarnos, quitarnos de la cabeza reflexiones incómodas, a saber: ¿para qué/quién sirve esto que estoy haciendo y cuál es el precio que estoy pagando? Vamos a responderlo: sirve para los que están por encima tuyo, para los chupópteros de la crispación, que, como en todo sector prometedor de cara al futuro, ya están en aumento. Toda esa gente del domingo, lo supiera o no, estaba trabajando gratis para los partidos políticos: estaba dedicando el tiempo de la tarde de su domingo, su voz, su energía, su sudor -casi literalmente- a otros. Y en cuanto al precio a pagar, me temo que es bastante alto: la deshumanización del otro. Esto se bifurca en dos consecuencias: la primera, pensar que la mitad de la gente que te rodea, si no más, es inhumana, despiadada, despreciable; la segunda, contribuir un poquito más a que lo sea, y es que uno se acaba transformando en lo que le repiten diariamente que es -"Los pobres son tan obedientes que acaban prendiendo fuego a los autobuses y los automóviles por cortesía, por parecerse a la imagen que proyectan de ellos desde que nacieron" (Frédéric Beigbeder)-. ¿Quién puede decirme que esa gente que cantó el Cara al Sol lo habría hecho igualmente si no tuvieran a quien les llamara fascistas? ¿Quién me mira a los ojos y me dice que los que queman contenedores en Barcelona lo harían igualmente si no sintieran -se les hiciera sentir- que su cultura, su sociedad y sus más profundas creencias están en peligro? ¿Y quién los azuza para sentir eso? Tal vez sus propios líderes. ¿Y en quién se apoyan esos líderes para buscar algo que de miedo? Tal vez en las copias baratas de fascistas que están fabricando. Es un círculo vicioso carente de sentido ni beneficio.
La democracia representativa solo tiene sentido con gente que piensa. Si no, somos poco más que un intermediario para que los poderes vigentes se legitimen a sí mismos manipulando a voluntad a las masas a escogerlos, aunque sea por la vía negativa: animando a cada mitad de las masas a rechazar la mitad del espectro ideológico, se mantienen ambas mitades.

El Homo Sapiens es un amasijo de contradicciones. Buscamos comodidad, pero esta, en exceso, nos crea una angustia vital. Buscamos descanso, pero ahora tenemos que ir al gimnasio para suplir esa falta de actividad física de forma artificial.
Del mismo modo, hace tiempo que nuestras sociedades tienen por objeto de búsqueda la paz. Pero la guerra ha sido -y así se consideraba hasta hace bien poco- el estado natural de la sociedad, y la paz -si no tregua- una mera excepción. Ahora que la tenemos, nos resulta aburrida. No genera tantas emociones, no mueve a las masas, es un estado en que crear vínculos cuesta mucho más esfuerzo intelectual y emocional que en la confrontación con "los otros".
Muchos jóvenes quieren enfrentamiento. Echan la vista atrás, unos a ese Imperio perennemente iluminado que fue España, otros al mayo del 68. Sienten orgullo de ello, pero sobre todo, sienten envidia por no haber estado allí, por no haber hecho algo así. Y quieren replicar esos valores ahora a toda costa. Se trata esto de un ejercicio irresponsable de dudosa honradez intelectual, con grandes dosis de autocomplaciencia y autoengaño. Tanto por parte de quienes nos llevan ahí, en un experimento de ingeniería social cortoplacista, como por parte de los que nos dejamos arrastrar.
La mayoría de los mayores, en cambio, quiere paz, pues ya ha tenido suficiente guerra y revolución, y les han colmado para todo el resto de su vida.

Resultado de imagen de indice giniVivimos en un mundo que a casi cualquier antepasado le habría parecido un paraíso. La esperanza de vida y la salud aumentan, la pobreza se reduce estadísticamente y el Índice de Gini muestra cómo la riqueza, poco a poco, se va redistribuyendo cada vez más. Y todo esto, sólo alcanzado en las últimas décadas, no se ha hecho a pesar de la paz, la cohesión, la concordia, la libertad económica, social e individual, la pluralidad política; sino gracias a ello.
Sí, es un proceso más lento que lo que nos gustaría, pero es la única forma en que podemos caminar en la dirección que la gran mayoría de seres humanos consideramos adecuada.

Vamos a ser responsables. Vamos a limpiar nuestra cabeza de odio. Vamos a desgranar la próxima proclama política que, en manifestaciones o en casa contestando a la tele, nos soprendamos diciendo, y a entender por qué la hemos soltado: "¿Habría dicho esto hace cinco años? Si no, ¿por qué he cambiado de opinión? ¿He seguido procesos lógicos a lo largo de todos los razonamientos que me han hecho cambiar de parecer?¿Por qué ahora siento por esta bandera una emoción que antes no? ¿Estaría dispuesto a dejar de hablar a mis amigos republicanos/monárquicos si acabo de decir que pertenecen a los terroristas? Si no, ¿es porque mi sistema moral me permite ser amigo de terroristas o porque tal vez exageré con el término? ¿En qué mejora directa se traducen mis acciones y palabras?"

Lo sé. Esto es aburrido. El término medio lo es. Pero, por mi experiencia, prometo que se puede entrenar hasta el punto de sentir una gran satisfacción y coherencia internas a la que no llega ni a la punta del zapato la satisfacción de pegar cuatro gritos e insultar.
Del mismo modo, garantizo que este ejercicio de autohonestidad, de búsqueda de los grises entre tanto blanco y negro, no te aboca a vivir en una equidistancia intocable. Yo también tengo mi opinión del nuevo Gobierno de España y no tengo problema en darla. De momento, las rencillas económicas, ministeriales y territoriales me las guardo, quizás para otro momento, pues no viene a cuento comentarlas a la vez que apelo a la más pura concordia, como hago ahora. Sin embargo, en lo social, diré que hay muchas cosas no me gustan, pero no quiero culparlos directamente, pues creo que simplemente están cumpliendo su papel contestatario y crispante en medio de una situación que sólo te aúpa al poder si actúas así. Identitarismo, contestatarismo, crispación, mesianismo de los líderes y demonización de la oposición: nada que PP, C's y VOX no hubieran estado haciendo ahora si fueran ellos los ocupantes de la Moncloa.

Por justicia con nuestros antepasados, por nuestro presente y el futuro de los que vengan, vamos a demostrar que la característica que permitió evolucionar al Ser Humano hasta lograr las proezas que hoy se le adscriben no fue el enfrentamiento, sino la unión entre semejantes... que no iguales. No importa quién empezó; sólo importa quién sigue.

In varietate concordia.

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