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28/4/20

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Predo

Para todos y todas aquellos y aquellas que os estáis alejando de la senda correcta. Para todas y todos aquellas y aquellos que comenzáis a cometer crimentales, a creer mensajes negativos, mensajes falsos, en definitiva, contra la imagen de la gestión de crisis por parte del Gobierno. Para todos y todas aquellas y aquellos que sentís odio o malestar en vuestros corazones, y no es hacia la oposición. Para todas y todos aquellos y aquellas que tenéis miedo de convertiros en unos fachas. Este texto es vuestra salvación. Recitadlo cada mañana y cada noche y seréis de nuevo sanos compatriotas de este país de consensos transversales en torno a la importancia de lo público llamado España. Sentiréis cómo el odio os abandona y os invade una honda sensación de agradecimiento, de seguridad y de certeza. Yo mismo estaba radicalizándome últimamente, a punto de dar un Golpe de Estado, y así me he curado.

¡Viva nuestro Gobierno progresista y laico!




Creo en Pedro,
presidente todopoderoso,
creador del bienestar
y de la sociedad.
Creo en Pablo Iglesias,
su único hijo político,,
nuestro vicepresidente,
que fue concebido
por obra y gracia del socialismo.
Nació de Santa Vistalegre Virgen,
padeció bajo el poder de la casta,
fue crucificado, muerto y reelegido,
descendió al europarlamento,
al tercer año resucitó
de entre los eurodiputados.
Volvió al Congreso
y está sentado a la izquierda
de Pedro,
presidente todopoderoso.
Desde allí ha de venir a juzgar
a Gobierno y oposición.
Creo en la justicia social,
la Santa Coalición,
la comunión de los ministros,
la resurrección de la economía
y la vida eterna.

Amén.

21/4/20

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El Gobierno de Schrödinger

Abrazo de coalición: "Bien está lo que bien acaba" · España ...


Cuando nació la coalición que ahora nos gobierna, allá por el año 1 Antes de la Pandemia, se dijo que aquel iba a ser un Gobierno con una única voz. Ya cantaba a falso desde el primer día, y las señales de sus contradicciones estructurales, su errática trayectoria, su arbitraria actividad legislativa y su lucha a veintisiete bandas por lanzar relatos de los hechos y acertar con alguno se notaron desde el principio.

Este Gobierno empezó siendo incongruente con el propio progresismo antes de empezar a serlo con todo. Dícese progresista este Gobierno. Que se preocupa por las trabajadores (y las trabajadoras). Por la pobreza. Por los diferentes tipos de odios. Por las desigualdades. Por las violencias. Por poner en plural todos los sustantivos susceptibles de conjugarse así. Casi tenemos más un padre que un Gobierno. Sin embargo, sus medidas apuntan en otra dirección, y aunque a las leyes y medidas se le pueden poner nombres preciosos, la realidad es implacable.
  • Si subes el salario mínimo de forma no realista y repentina, fuerzas despidos. Los trabajadores vivirán mejor, sí; pero ¿y los nuevos parados?
  • Si bajas el precio del alquiler a la fuerza sin aumentar la oferta, no habrá más gente que podrá pagarlo, sino menos oferta el ser menos rentable para los propietarios, en el mejor de los casos; y estrategias de difusión de estas medidas en el peor.
  • Si tu propuesta para mejorar la educación pública (LOMLOE) pasa por prohibir repetir los cursos impares de Primaria, pasarte de curso de la ESO aunque dejes más de dos y darte Bachiller con una suspensa, estás eliminando la calidad del sistema y, por contraposición, reforzando la educación privada. Enhorabuena.
Ahora que estamos inmersos en una crisis sanitaria y económica global, está saliendo lo mejor y peor de cada aspecto de la vida, y muchas verdades están quedando al desnudo. Entre ellas, las perennes contradicciones del Gobierno y, lo que es peor, su dependencia de estas para sobrevivir.

La paradoja del sistema sanitario
Hace unas semanas, tuiteaba Echenique: "En las portadas y en las tertulias, el coronavirus corre desbocado y es una peligrosísima pandemia que causa pavor. En el mundo real, el coronavirus está absolutamente controlado en España. Ojalá un día el sistema mediático tenga la mitad de calidad que el sistema sanitario." Si Echenique quiere un buen sistema mediático, y para que sea bueno le basta con la mitad de calidad que la del sanitario, este último debe de ir sobrado.
Días después, cuando la pandemia mataba por miles, el Gobierno cambió de relato y empezó a achacar las muertes a los recortes de la derecha, lo que elimina la importancia de la gestión y lo deja todo en manos de la capacidad del sistema sanitario para absorber la crisis. Bien. De ello, ahora, se desprende que tenemos un sistema sanitario tan pésimo que por sí solo explica que hayamos liderado la mortalidad mundial por coronavirus varias semanas.
No vamos a entrar en hasta qué punto merece más la pena tener un sistema público de salud sobredimensionado y ultradeficitario el 99% de su tiempo de su existencia sólo para poder ser capaz de afrontar una eventual pandemia que supuestamente nadie creía que podría darse, haciendo irrelevante la gestión, prevención y actuación rápida del gobierno de turno. Hay países con mucho menos gasto público, e incluso total, en salud, y mejores datos. Y España tiene un muy buen sistema sanitario: si tenemos pocas camas de hospital es porque, aparte de pandemias, no hacen falta más y, vacías, suponen un gasto absurdo. Si el sistema sanitario está bien, sólo queda un culpable.
Tampoco vamos a entrar en los claroscuros de los recortes sanitarios por CCAA, como los de Andalucía, histórico bastión socialista hasta hace poco.
Pero bueno, sigamos con la siguiente paradoja, que me voy.

La paradoja del sistema mediático
Echenique falló. Las advertencias de los medios, muchos privados, se cumplieron, y ahora estamos como estamos.
El vicepresidente Iglesias decía en 2014 "En la medida en que la información es un derecho, se convierte en susceptible de mercantilización y de ser una propiedad privada, con lo que pasa a ser un privilegio. Que existan medios privados ataca la libertad de expresión". Ahora, su Gobierno riega con 15 millones a Telecinco, Atresmedia y demás, esperando de los ciudadanos que pensemos con ingenuidad que eso no va a sesgar su información a favor de quien paga, porque, claro está, el Gobierno no son empresarios gordos fumando puros en un despacho con gato, así que no hay peligro.

La paradoja de la gestión
Hemos visto cómo se trataba de dejar la poner sobre los recortes anteriores la culpa de las muertes. Pues bien: de paso, consideraron oportuno mezclar este oportunismo político contra el gobierno anterior con un poquito de crítica a la oposición actual: la cosa es no hablar de lo que hay en casa. A las puertas de la pandemia, muchos voceros del Gobierno acudían a su ADN progresista para decir que cerrar las fronteras y restringir el movimiento eran medidas ultraderechistas. Los mismos que siguen devolviendo inmigrantes en caliente, por cierto.
Ahora, el presidente se vanagloria de que seamos el país con el confinamiento más duro, porque si lo haces con corbata roja ya deja de ser ultraderechista. Olvida, en su ecuación de deméritos y méritos, que el país que mejor lo hace no es el que toma las medidas más duras, sino el que no las necesita.

La paradoja de la unidad
Este punto da para rato. En medio de la crisis, el Gobierno considera que deberíamos tener el único objetivo colectivo de superarla, y para eso no se debe ahondar en asperezas ni reproches. "Sólo saldremos de esta unidos, habrá tiempo después". El problema es que ellos mismos incumplen estos criterios: en su propio seno, ante  los ciudadanos y de cara al resto de formaciones.
Iglesias anuncia que ya casi tienen el Ingreso Mínimo Vital para forzar a los ministros a sacarlo antes y reforzar ante el electorado su imagen de ser él quien tira del carro contra un Gobierno carca. Después, tiene que salir Escrivá, de Seguridad Social, a desmentirlo.
Sánchez apela a la responsabilidad de la oposición con suaves palabras mientras Adriana Lastra ataca con la misma fiereza a la derecha que esta al Gobierno. Cada miembro del Gobierno hace su trabajo simultáneo de cara a su sector concreto de público: uno de relaciones públicas y otro de desmoralizador. Iglesias habla tranquilito en las entrevistas y Echenique arremete exaltado, para que si a alguien no le convence el tono de Iglesias no tenga que buscar soluciones en otro Gobierno.
Mientras el Gobierno exige máxima concentración en la crisis sanitaria (una concentración tal que incluso impida articular críticas), va haciendo su trabajo para aprobar cosillas vía decreto. Uno de los últimos metió en plena pandemia a Iglesias dentro de un órgano del CNI, el mismo Iglesias que criticaba la reforma (también plenamente legal) del artículo 135 con nocturnidad y alevosía en aquel verano de 2011. Otro de ellos consistió en el desalojo de La Ingobernable, esa sede de sabiduría y dignidad popular que ya no era útil para ascender al poder. Otro, en comenzar a abrir la vía para los indultos. Con las tres cosas, pro-yanquis, pro-izquierdistas y españolistas se quejaron alternativamente de que el Gobierno aprovechara la situación para tomar medidas ajenas a la gestión sanitaria, medidas que a ellos no les gustaban. Pero no porque el Gobierno aproveche la situación para tomar medidas ajenas a la gestión sanitaria, a secas. Eso sería de ser demasiado demócrata.
Algunos hablaban de la oposición de Portugal, de cómo ha deseado suerte al Gobierno de coalición de izquierdas de allí, y de cómo podría fijarse nuestra oposición aquí. Cuando nuestro gobierno se parezca un poco más al de Portugal, la oposición también lo hará.
Sólo un dato: en Chile, la oposición, de izquierdas, también está criticando al Gobierno, que es de derechas. Los defensores de Piñera, el presidente, también piden a la oposición que se fije en Portugal. Al final Portugal no es referencia para nadie: sólo es un concepto propagandístico que manosear.

La paradoja del dolor politizado
Dicen el Gobierno y sus afines que la derecha está más centrada en sacar rédito político del dolor que en paliarlo. Será que Casado leyó el tuit de 2016 en que el vicepresidente dijo "Hay que politizar el dolor".
Mientras lanzan esta noble proclama a favor de evitar hacer campaña, se van encargando de tomar medidas económicas al estilo de las pre-pandémicas: que pinten bien, para poder decir que de esta crisis no vamos a salir como de la de 2008. Bien es cierto una vez nos han dejado en el fango, una vez se prevé que España sea de los países con mayor recesión (será culpa de los recortes), tal vez acaben teniendo razón, porque no nos quede otra: subsidios, prohibición de despidos, ayudas, condonaciones, retrasos de pagos y más subsidios. Nos han llevado a una situación en la que poco más se puede hacer que esto y ahora presumen de hacerlo, mientras piden al resto no hacer campaña política, y van mientras crean una deuda pública enorme de la que pretenden que Europa se ocupe (más tarde hablaremos de eso). Es así como el Gobierno ha vuelto a sus medidas contraproducentes intervencionistas.

La paradoja del material sanitario
Al comienzo de la pandemia, las mascarillas no hacían falta. Antes incluso del comienzo, nadie invertía en test, respiradores ni otros gastos similares frente a algo que estaba absolutamente controlado. Ahora nos peleamos por un respirador y las mascarillas son un bien de primera necesidad. Mientras se producía este cambio de criterio, el resto de países espabilados nos han comido la tostada, las fábricas han cerrado, y nos hemos quedado sin producto. El material está a precios prohibitivos (a no ser que acumules más deuda y esperes que la UE te lo financie, LUEGO hablaremos de ello) y se produce un nuevo episodio de personalidad múltiple gubernamental: Sánchez llama a la calma mientras dice poder garantizar la llegada de test, mascarillas y equipos de protección médica; Iglesias va por las entrevistas diciendo que el mercado está especulando con los precios de las mascarillas. Por si alguien no sabe qué es especular en su jerga, significa que cuando aumenta la demanda y se reduce la oferta los precios suben porque no va a bajar Dios a darte las mascarillas.
Dejemos de lado los desastres en la compra de test y respiradores para centrarnos en las mascarillas. Como en el gabinete de ministros siguen anonadados con la especulación y la maldad del ser humano, deciden requisan el material sanitario a las empresas privadas que ya se habían hecho con él por ser previsoras. Quizá para Atresmedia ya no sea un problema volver a comprarlas a precio de oro, pero para las empresas que no sean cadenas privadas de televisión este acto sienta un precedente y desincentiva la adquisición de mascarillas. ¿Para qué, si me las van a quitar?
Y como cada vez hay menos, llega Garzón y limita su precio. Pero la estrategia, si bien dado el fango (insisto) en que estamos puede ser ya la única, le sigue fallando. Y le falla por lo mismo por lo que fallaría poner los coches a 10€ por ley para que todo el mundo pueda tener uno: las operaciones se compraventa se paralizan porque no existen incentivos para fabricar para España, y crece el mercado negro. ¿Tendrá esto último algo que ver con la ocultación de los contratos e intermediarios de Sanidad a través del cierre del Portal de Transparencia?

La paradoja del europeísmo
Dejemos a un lado que el Partido Comunista, alma de IU; y que el propio Iglesias, pide y pidió salir del euro. En el gobierno, las cosas son diferentes, eso es cierto, y hay que tragar muchos sapos. El Gobierno de coalición, en consonancia con la línea histórica del PSOE, se ha constituido como un bastión del europeísmo frente a las tendencias atomizadoras eurófobas.
Sin embargo, Europa sólo mola cuando conviene. La izquierda de este país sale a llamar "solidaridad" a emitir deuda conjunta. Es decir: perder dinero juntos, independientemente de la capacidad de gestión de cada país para conseguir tener menos deuda pública que otros. Resulta curioso que los mismos que, acercándose a los postulados Le Pen, dijeran que Europa nos quita soberanía monetaria, estén encantados ahora de renunciar a los resultados de la pocas que tenemos. Como, obviamente, muchos países se han negado, han pensado que es una buena estrategia llamar "insolidaria" a Europa, comenzando a difamarla, a dejar caer para los medios que en una Europa así no merece la pena estar. Diciendo lo que cualquier eurófobo promedio diría. Se trata de un órdago: "España es demasiado grande para dejarla caer. Si no llegamos a un acuerdo favorable, aumentaremos la tensión sobre la Unión Europea, poniendo cada vez más en contra de esta a nuestros ciudadanos hasta que soltéis el dinero". Lo hacen porque esperan ganar, si no con coronabonos, con algo similar. Y si esperan ganar es porque necesitan ganar, porque estos estados enormes, estos experimentos sociales, esta iresponsabilidad, esta propaganda continua, no se pagan solos. Se aferran a Europa como a un clavo ardiendo, y no les importa amenazar con dañarla por el camino. Eso no parece muy europeísta. Quizá Iglesias y Garzón estén nostálgicos de su pasado.

La última paradoja: la de las injurias
En este punto, hace falta mucho contexto para entender la paradoja.
Con tanto despropósito, resulta lógico que surja una crítica hacia la actuación gubernamental. Desde algunos medios de comunicación, la desacreditan fácilmente sustituyendo "parte de la ciudadanía" por "derecha" o "Casado". Así, lo que dice "parte de la ciudadanía", sus críticas genuinas y honestas, pasa a ser lo que dice "la derecha", esa agrupación de partidos que, como tal, no tienen críticas genuinas, sino intereses deshonestos.
Sin embargo, el Gobierno cada día tiene más dificultades para enfrentarse a la crítica. Han probado todo tipo de mecanismos para quitársela de encima.
La primera, hacer ruedas de prensa con preguntas revisadas. Osea... ¿Ruedas? No sé. Pero si ningún periodista te mete el dedo en el ojo, tú puedes salir y decir lo que quieras.
  1. Cuando las críticas se volvieron insostenibles, pasaron a ruedas de prensa con preguntas libres. Claro que esto también se puede resolver haciendo al estilo Rajoy: respondiendo con mantras o, directamente, no respondiendo.
  2. Cuando las críticas se volvieron insostenibles, comenzaron a llamar a las críticas "bulos". Sánchez y otros hombres "de Estado" se dedicaban (y dedican) a decir que hay que combatir la desinformación,  y que quién podría estar en contra de esto, mientras Echenique y otros especializados en la confrontación y el discurso demagogo se dedicaban (y dedican) a personificar la desinformación en la oposición, la derecha y la extrema derecha, como si la propaganda basada en la mentira entendiera de ideologías. Existen bulos y bots de la derecha, claro está; pero también han sido continuadas las mentiras de las instituciones públicas. Veremos en qué acaba. La diferencia es que los datos erróneos de la oposición son bulos, y de las instituciones, lapsus.
  3. Cuando empezaron a entender que haciendo las cosas mal continuadamente las críticas siempre llegarán a punto insostenible, decidieron empezar a adelantarse a ese punto para ver a qué distancia estaban. Así, el último CIS preguntaba "¿Cree Ud. que en estos momentos habría que prohibir la difusión de bulos e informaciones engañosas y poco fundamentadas por las redes y los medios de comunicación social, remitiendo toda la información sobre la pandemia a fuentes oficiales, o cree que hay que mantener libertad total para la difusión de noticias e informaciones?". Reformulado, esto es "¿La pérdida de popularidad sería insostenible si aprovechamos estas circunstancias para probar a censurar la información desde el Gobierno con criterios que nos auto-otorguemos?"
  4. Cuando aún no habían salido del atolladero provocado por la pregunta del CIS, va el General Santiago de la Guardia Civil y dice que "otra de las líneas de trabajo es también minimizar ese clima contrario a la gestión de crisis por parte del Gobierno". Tras la lógica polémica, el Gobierno dice que ha sido un error, pero sin embargo veta las preguntas al general desde el siguiente día (volviendo un poquito con ello al paso 1, e incluso 0). ¿Por qué?
  5. La respuesta se descubre al día siguiente: porque no era un error. La Cadena Ser destapa un correo del 15 de abril en que la Guardia Civil insta a las comandancias a la "identificación, estudio y seguimiento en relación con la situación creada por el COVID-19 de campañas de desinformación, así como publicaciones desmintiendo bulos y fake news susceptibles de generación de estrés social y desafección a instituciones del Gobierno". O el Gobierno no se habla con la Guardia Civil o no nos quiso decir que las declaraciones de Santiago no eran un error. ¿Y por qué no decírnoslo? Hay dos opciones. La primera, que los pobres ciudadanos no estuviéramos preparados para comprender, sin malinterpretarlas, las acciones que nuestro Gobierno estaba llevando cabo para protegernos de la mentira. La segunda, que estas acciones sean realmente un poquito malintencionadas, que busquen cualquier mínimo atisbo de mentira para judicializar comentarios críticos con el Gobierno (joe con los que no querían judicializar la política cuando se hablaba de Cataluña). Pues el correo lo deja claro: no se buscan falsedades, sino falsedades que generen desafección con el Gobierno. Si no la provocan, que corra la mentira. ¿Será que no es la mentira lo que les preocupa?
  6. Cuando aún no se había resuelto esto, sale Isabel Celaá y lo remata. "Hay que proteger a la ciudadanía de mensajes falsos. No podemos aceptar mensajes negativos en contra de la integridad de las instituciones públicas". No necesito oír más. Como dijo Marlaska, monitorean las redes. Así, buscan críticas y, ya dentro de estas últimas, se ponen a buscar trazas de mentira que poder llevar a la Fiscalía, aquella que Pedro Sánchez dijo controlar y al frente de la cual está Dolores Delgado, exministra de Justicia del propio Sánchez (que ya se avisó de que aquello no iba a salir bien).
Pues bien, ahora viene la paradoja. ¿Alguien recuerda cuando Podemos quería despenalizar las injurias a la Corona? ¿O el delito contra sentimientos religiosos? Alguno podía pensar que eso era porque veían la crítica y la libertad de expresión por encima de la imagen de cualquier institución. Pues no. Era porque los reyes y los dioses no eran ellos. Ahora están instalando de facto las injurias al Gobierno.

Epílogo
Este Gobierno juega a demasiadas bandas. Es incapaz de asumir errores propios y siempre busca causas exógenas. La única vez que alguien ha dicho "hay que ser humildes" en toda esta crisis ha sido Iglesias, y sólo como precedente a quejarse de los recortes. Es decir, el resto tiene que ser humilde.  Marlaska dice que no tienen nada de lo que arrepentirse. Esta coalición está jugando a las mentiras, a las dobles verdades, a la neolengua y a la propaganda. Y para hacer eso hay que hacer demasiadas cosas no muy progresistas. Todo esto hace del Gobierno una enorme contradicción con 23 nombres. 23 personas con 23 voces diferentes, y no por descoordinación, sino por estrategia: en la política de tuits, te puedes quedar con los que más te convenzan, con el tono que más te guste. Si alguien reprocha al Gobierno algo moderado, saldrá el radical a atacarlo. Si alguien le reprocha una radicalidad, volverá Sánchez para hacerse el bueno. 
En fin. Parece que el término con que, en última instancia, juegan, es el de progresista. Si nuestro Gobierno es la definición de progresismo:
- El progresismo es pactar las preguntas de las ruedas de prensa.
- El progresismo es rescatar cadenas privadas de televisión.
- El progresismo es gobernar por decreto y sin consenso parlamentario en estado de alarma, con los derechos de los ciudadanos limitados.
- El progresismo es negar tus mentiras y personificarlas desde las instituciones en la ideología rival.
- El progresismo es reivindicar la autarquía industrial y la soberanía total económica, como Franco.
- El progresismo es proponer, de facto, castigar las críticas que generen desafección al Gobierno.
- El progresismo es tildar a los vecinos europeos de solidarios o insolidarios, mejores o peores, en función de su nacionalidad.
- El progresismo es sustituir el derecho penal liberal reactivo por uno prospectivo.
- El progresismo es judicializar los conflictos políticos.
-  El progresismo es sembrar dudas sobre el proyecto europeo.
La verdad es que, cuando ser progresista acaba pareciéndose tanto a ser un monárquico absoluto del Siglo XIX, se te quitan las ganas.
A no ser que este Gobierno no sea la referencia de nada sino, simplemente, una estafa.

Monitorízame, Marlaska. Busca bulos y odio en este texto y seguro que algo podrás retorcer para encontrarlo. Puede que haya algún dato inexacto. Casi seguro. Eso sí, odio no vas a encontrar. No te odio a ti, ni a Sánchez, ni a Iglesias, ni al Gobierno. Ni os amo, lo siento. Porque ni el Gobierno ni quienes lo conformáis me importáis a título personal: sois, o deberíais ser, meros gestores al servicio de los ciudadanos, y no superestrellas de la vida. Por eso no os puedo odiar ni querer: sólo evalúo vuestra gestión.
Y esa, esa sí que la odio. Puedo, ¿no?

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