días

20/11/18

0

El manifiesto del chándal


Resultado de imagen de pajarita
Hagamos hoy un ejercicio imaginativo.


Imaginemos que se ha descubierto un material que permite hacer cascos ligeros, refrigerados y cómodos para los albañiles. ¿Quién estaría en contra de reemplazarlos? ¿Qué clase de obrero nostálgico rechazaría la oferta con un "prefiero el casco metálico de siempre, gracias"? Exacto. Los músicos.
Y es que los obreros del arte sonoro seguimos anclados en una especie de servilismo en que complacer la visión del público está por encima de la comodidad, y, por tanto, del resultado. Las pajaritas ahogan a los flautistas, las mangas acaloran a los tubistas y las camisas por dentro boicotean la respiración del oboísta.
¿Pero qué importa esto? Cada vez que lo cuestiono, me encuentro con que la estética sigue jugando una parte importante e incontestable para quienes ya se han habituado a ella.
A veces me pregunto si nos acercamos a un auditorio para escuchar o para mirar (en el peor de los casos, para oír o ver), y me obligo a no responderme por precaución. ¿Estamos condenados a sufrir calor, agobio e incomodidad? Los derechos se inventan, es así como nacen. Y lo que hoy parece una locura será normal cuando hayamos entendido que un chándal sobre un escenario no es malo per se, sino al contrario, que puede acabar resultando en un mejor sonido.

Abramos los oídos y cerremos los ojos.
Hoy esto es un mero artículo de opinión, pero mañana será un manifiesto.
El manifiesto del chándal.

No hay comentarios: