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10/10/23

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¡Viva la muerte!


¿Está mal irrumpir en una fiesta pacífica y disparar a discreción a sus asistentes? ¿Es incorrecto mutilar, violar y asesinar a una chica, exhibiendo su cadáver después como un trofeo?

Para algunos, la pregunta es poco clara, y no pueden arriesgarse a responderla. Porque aún les falta conocer el padrón municipal de ambas partes.

 

Y vaya si es un matiz importante. Resulta que cuando uno es “de los de Palestina”, y otro “de los de Israel”, desaparecen los reparos morales, en el mejor de los casos; o incluso la salvajada se convierte en un imperativo moral, en otros tantos. Entrecomillo “los de Israel” y “los de Palestina” porque algunos eran alemanes o mexicanos en terreno israelí, y al otro lado no tenemos civiles palestinos, sino terroristas paramilitares que están hiriendo al pueblo al que dicen proteger tanto como lo hiere Netanyahu. Pero qué más da si hablamos de civiles, terroristas, israelíes, inocentes o asesinos: lo que importa es que había unos en el suelo y otros que llegaron en parapente; unos vestidos de fiesta y otros con mono. Esto ya nos permite distinguir dos partes, aunque esa dualidad sea una mera entelequia.

 

Su frágil ego no puede permitirles decir que lo que acaba de ocurrir es un horror. Eso se lo dejamos a las conversaciones de la gente mayor en la peluquería, esos boomer que votan al PP y que no entienden del todo la poligamia o el veganismo, esos mayores que rezan por sus nietos y sólo quieren que haya paz y trabajo. Uno tiene que sorprender, y condenar siempre la violencia es demasiado previsible. “¿No ves que tu opinión pacifista no cambia nada? Van a pensar que eres tonto”

 

Así que, por tener una opinión más llamativa que la media, utilizan un truco más viejo que un bosque: fingir adhesión a un principio moral superior que tú no eres capaz de seguir con esa pasión y nobleza de espíritu. De modo que ya no juzgan moralmente cada acto por separado, sino cómo este afecta al objetivo con el que se identifican.

 

Lo intentaré explicar de forma sencilla. Hacer esto es bonito cuando uno decide anteponer a su pareja antes que a un trabajo increíble, pero que le alejaría de ella. Es noble cuando, protegiendo la vida de otra persona, arriesga la suya. Es loable cuando, pudiendo uno hacer trampas en un procedimiento en el que cree, se abstiene; o cuando necesitando participar de uno en el que no cree, no lo hace. Sin embargo, es deshumanizante cuando, pudiendo defender la vida de una persona (y hablamos de una sencilla e inocua defensa verbal) no lo hace.

 

Por mostrarte una opinión más sofisticada que la tuya, acaban renegando del principio más básico: no matar. Pero ¿está bien matar a unos para demostrarles que no está bien matar a otros? ¿Y cuál es el motivo por el que no estaba bien matar a esos otros, si comparten especie con unos que sí pueden ser carne de cañón en ciertas circunstancias?


Su actuación les obliga, entonces, a elegir entre estar siendo contradictorios a un nivel elemental o proclamar la existencia de una sangre más pura que tiene derecho a masacrar a la otra. Es decir, deben no tener principios o tener los de un asesino. Y como no pueden soportar ser elementales, pues es la apariencia de la que querían huir, deciden ser cómplices de la muerte.

 

Pero para cuando quieren advertir esto, miran a su alrededor y ven que en su manifestación o su feed de Twitter todos siguen gritando “Palestina libre”, por no caer en la ordinariez de gritar “sí, esto es una forma cobarde de decir que me parece bien lo que ha ocurrido”. Y al ver esto, nuestros sujetos de estudio se calman y piensan que sus reparos morales han sido un momentáneo lapsus de pensamiento imperialista, y que de alguna manera siguen en la posición correcta. Mientras tanto, siguen gritando, temblando por no ser ellos jamás víctimas no ya de un atentado o violación, sino de una microagresión.

 

Y si no lo entiendes, vete a rezar por la paz y déjame a mí mover los hilos del mundo. Básico, que eres un básico.


Fotos Palestina Sol - 4

Fotografía: Dani Gago | El Salto