días

30/7/13

2

Nureyev

El 19 de Junio murió un Torrelaveguense importante. No hablamos de "Mero el barrendero" sino de Ángel Quintanal Sáiz, más conocido como "Gelín el Guardía". Guardia jubilado, dirigía con elegancia y gran maestría el tráfico del cruce de Cuatro Caminos. Buen guardia y mejor persona, en Navidad acumulaba regalos a su lado mientras controlaba los vehículos y las chicas le guiñaban el ojo al pasar. Los turistas le hacían fotos.
Le dedico estas líneas al que alcanzó el apodo del "Nureyev de Torrelavega".
¡Que vuelvan los guardias!

Aquí le tienes en acción:
https://www.youtube.com/watch?v=lxcOcVqbRr0
0

Perra vida

Sentado en su catre, en una celda de tres metros cuadrados, donde transcurren 23 de las 24 horas del día, con una hora de patio y vuelta a la jaula. Con un mobiliario consistente en un maloliente colchón de paja y un grifo, y por todo entretenimiento, dormir y pensar, desesperarse y preguntarse: "¿Qué hago yo aquí encerrado, sin juicio previo, ni delito probado (además rima)?"

Por las mañanas le pasan un anodino rancho, todos los días lo mismo. Está aislado de sus semejantes y sólo puede compartir su hora libre con su guardián.

La verdad es que no recordaba su delito, pero estaba sufriendo la condena.

De repente, su cuerpo ¡comenzó a mutar!

Donde tenía brazos y piernas surgieron cuatro patas. Sus orejas crecieron y su nariz se transformó en húmedo hocico, de su garganta dejaron de brotar palabras, y su capacidad de razonar fue mermando. Concluida la transformación, intentó pedir socorro, asustado por su cambio, y se asombró al notar que de su faringe surgía un sonido diferente al esperado:

¡GUAU, GUAU!

A su encuentro venía un extraño ser que le resultaba vagamente familiar. Este abrió su celda y tras colocarle una cadena al cuello y palmearle cariñosamente la cabeza, le comunicó en un lenguaje para él incomprensible:

-¡Venga, Bobby, vamos a dar un paseo!

Y de pronto, Bobby comprendió:

Él no era un criminal, no era un estafador, ni siquiera era humano.


¡Era un perro!
0

Basura acumulada

Los viajes nunca son aburridos en nuestro viejo Seat Ibiza (creedme o no, es el mejor coche del mundo, nos lleva y nos trae).
Cuando hacemos una larga travesía, y haciendo caso omiso de las indicaciones de mis padres del tipo "¿Por qué no miras el paisaje?", "¡Esto no se ve todos los días!" o "¡Mira, un avión!", enseguida alargo la mano y cojo una revista de las miles que están desperdigadas por el coche, o un folleto, o un libro, o lo primero que pille (un día me encontré seis euros).
¿Qué haría yo sin toda esa basura que se acumula poco a poco en los asientos de atrás? Incluso se puede picar entre horas...

Al fin y al cabo, el papel es celulosa.

23/7/13

0

El precio de la información


En una sociedad en la que nos bombardea la información hasta llegar al exceso, el periódico resiste en los bares, todos los días, puntual, preciso, competitivo. Toda la información está organizada y preparada para que llegue el tío de todas las mañanas y acapare la prensa. Un periódico sobre otro y todos debajo de sus codos, saborea las letras y las imágenes (¿estará buscando a Wally?). Escondido detrás de mi mosto de uva puedo observar cómo el individuo avanza a razón de página por minuto, así como de sorbo al café cada cierto tiempo (no olvidemos que esa es su excusa para estar ahí).
Desesperado, yo también reduzco la velocidad a la que bebo el mosto, pero sin entretenimiento no es tan sencillo.
La tele está apagada. Estoy apartado del mundo. Llevo demasiado tiempo sin informarme de las últimas noticias, de la actualidad, de los acontecimientos y ¡necesito saberlo!
Sin embargo, el señor de la tercera silla ignora mis pensamientos: sigue leyendo, sus pupilas posadas en el papel.
No me queda otra sino la estrategia A/1, y la única que ha ideado la especie humana. Pago mi mosto y me levanto cuidadosamente sin hacer ruido: cualquier audición podría sacarle de su trance... Al acercarme a la tercera silla hacia la puerta miro ligeramente por encima del hombro del individuo en un último y desesperado intento por obtener algo de información, lo que sea con tal de poder mantener una conversación sobre ello o sobre lo que reflexionar mientras me corto las uñas. Pero lo que veo me deja frío:

"Autodefinido de la semana pasada"

17/7/13

0

Momento incómodo


Sábado por la noche y toda la familia en el salón (excepto mi hermana, que no cuenta), con los ojos entrecerrados delante de la televisión y en estado vegetativo.

En esta situación, parece que ni una bomba atómica despertaría la atención de nadie, pero... sí. Hay algo que sí.

Suele ocurrir en la parte más aburrida de la película: mientras el ladrón mira su botín, mientras el enamorado compra la alianza, mientras el protagonista está en medio de un atasco...

De repente, de la nada, empieza a surgir un sonido sospechoso, el de una  olla a vapor con la tapa casi cerrada, una especie de silbato ronco que al principio puede parecer el comienzo de una tormenta.

Y solo quiero aclarar lo de la noche anterior:
¡Yo no fui!
0

Un amigo

Queridos amigos y amigas, odiados enemigos y enemigas:

Hoy os voy a contar una melancólica historia, una de esas que se cuentan al borde de una hoguera en una fría noche de invierno. Todo empezó más o menos así:

Tenía 6 años (ahora 13). Fue en una excursión, ni siquiera recuerdo donde. Iba con mi madre.

Había una zona llena de caracoles. Todo el mundo los estaba cogiendo. Una amiga mía "adoptó" uno con la cáscara azul (pintada por algún extraño motivo) y ¿a que no sabes cómo le llamó?
Pues sí, le llamó "Azul".

Parecía que no había ninguno para mí, pero entonces... le vi.

Era precioso, con su melena ondeando al viento. Sus veloces patas corrían a toda velocidad, y relinchaba como... ¡Perdón, que era un caracol!

En fin, era maravilloso. Jugué con él (más bien a meterle el dedo en el ojo) durante horas y horas y horas... parecía el comienzo de una larga amistad.

Pero, sin embargo, cuando empezaba a ver la vida en color amarillo (que me gusta más que el rosa), llegó el momento crucial para que la tristeza se apoderara de mí:

- ¡A comer!

Insistí en llevar el caracol al comedor, envuelto por millones de sentimientos, pero todo esfuerzo fue inútil, y, finalmente, le dejamos solo, allí, solo y triste, porque en aquella época (y todavía) yo era muy fácil de engañar, y fui engañado por las palabras de mi madre: "Hazme caso. Vamos a dejarle aquí y luego le venimos a buscar".

Cené lo más rápido que pude, y, con el último trozo de pan en la boca, salí corriendo del comedor a buscar a mi nuevo amigo...

No estaba. Se había ido. Solo quedaba un papel en el que leí:

                                "Fuiste un mal amigo.
                                               Lo siento.
                      
                             Firmado:
                             El caracol".

Desde entonces, nunca volví a ser el mismo.
Dedico esta opinión a todos los caracoles del mundo, pero también a las personas que piensan que el mundo es solo una gran bola de tierra y agua (y persona, muchas personas), porque se equivocan.

Te equivocas, amigo.

El mundo está hecho de detalles.

6/7/13

0

Fotitis

Una forma forma de vida ha surgido en la Tierra, oculta en la sociedad. Es tan enigmática como las zapatillas con perritos bordados, tan escamosa como un pez con un vestido de lentejuelas y tan silenciosamente conflictiva como la conversación entre un sacerdote y un científico. La peligrosidad de esta especie está calificada como media-alta, y lo peor de todo radica en la enfermedad que portan, y, aviso, es contagiosa. Fotitis.

Presentan la apariencia de seres humanos, a excepción de la posesión de una segunda nariz en la espalda, elemento cuya existencia nunca llegan a revelar (sí, conocen nuestro idioma). Solo son identificables por la cámara de fotos que portan entre las manos. Estos individuos se dedican a fotografiar compulsivamente cualquier hecho que tenga la mínima importancia, pasando por flores, sus propias habitaciones y los adoquines de la calle. En los casos más peligrosos han llegado a ser descubiertos con fotografías de motas de polvo. Van a los conciertos y los graban enteros sin separar la vista de la pantalla.


Su intención es que no haya lugar en el mundo sin fotografiar. Afortunadamente, todos estos seres poseen un fallo en la CPU que les impide sacar las fotos al mundo real: no se acuerdan de vaciar la memoria y sacrifican las fotos hechas para hacer más.

Su fácil contagio por el aire la hace especialmente peligrosa, y están apareciendo casos esporádicos en ciudades importantes como Nueva York, Madrid y Torrelavega.

Las autoridades han reaccionado y llaman a la población a protegerse. Por tanto, si alguna noche usted escucha el sonido de un obturador, cierre puertas y ventanas durante 48 horas. Después disfrute del mundo con sus propios ojos.

4/7/13

0

Campo minado

6:45 a.m.

La oscuridad cubre la ciudad con su lúgubre manto. Los pájaros dormitan en sus árboles y una niebla constante y persistente me cala los huesos. Asomo mi cabeza al exterior para enfrentarme al nuevo día, miro a ambos lados del portal y compruebo que no hay peligro a la vista. Echo un pie delante del otro... y  comienza mi odisea, despacio, con cautela.

La noche anterior he dejado mi vehículo sumergido en las tinieblas del otro lado de la carretera. Ahora, en este crucial momento, corroído por la duda, barajo dos peligrosas opciones: ¿Doy un rodeo por la acera, o... me adentro en el oscuro jardín?

Valoro mis posibilidades y opto, aun despreciando la cautela y el miedo, por internarme en el césped. Mis pupilas se vuelven gatunas, todos mis sentidos están alerta y mi corazón palpita como una patata frita (vale, es para romper la atmósfera de terror), y cuando mi mente se relaja y me dice: "Tranquilo, tranquilo, ya ha pasado lo peor", en ese álgido momento... mis zapatos topan con una sustancia blanda y maloliente que, sepultada y abandonada allí por algún bellaco, aguardaba mi llegada para amargarme la mañana. Lo sé, se que no tendría que haberme arriesgado a cruzar el páramo, pero tío, si se ha cagado tu perro, ¡RECÓGELO!

¡Que ese prado parece un campo de minas!

1/7/13

10

Qué fácil es compartir ahora

Lo cierto es que estoy hasta el moño de las redes sociales. Nunca me han gustado, y nunca me gustarán. Las condeno por hacerme quedar pegado a la pantalla más tiempo del que quería (Tuenti), por idiotizar a los jóvenes de mi alrededor (y me incluyo), por impedirme ver niños jugando cuando paso por un parque, por bajar la productividad escolar (A., no escondas el móvil en el estuche en clase de Inglés), por sustituir las relaciones reales, por cargarse lo que iba a ser una fiesta genial (que termina siendo una convención cibernética), por obligar a la gente a buscar frases enigmáticas para convertirlas en su estado, por cambiar una quedada por el silencio más absoluto, por llenar los teatros de un fantasmagórico brillo azul, y de este modo podría añadir muchas más razones, pero muchos lectores cerrarían la pestaña y entrarían a Twitter a leer frases superficiales, para no tener que reflexionar lo evidente.

Pero hace unos días añadí una cosa más, y por una vez tiene que ver con el título. Se trata de la incapacidad de la gente para levantarse de la silla y ponerse a luchar por lo que quiere. El siglo XX fue, y es un dato objetivo, un siglo de lucha. Luchábamos por conseguir derechos y comida, básicamente. Nadie conocía Internet. No tenían nada, y cuando no se tiene nada se puede luchar sin miedo.
Después de años con el puño en alto, conseguimos lo único que queríamos: comida y derechos. Y un día Internet fue tan imprescindible como esto otro.

Ahora nos estamos quedando sin derechos, y muy pronto, sin comida. Lo último que no nos van a quitar va a ser Internet, y, sin darse cuenta, las personas morirán de hambre revisando su perfil, y, eso sí, compartiendo mucho. No compartiendo el pan duro como en la posguerra, no. Ahora se lleva compartir enlaces, juegos e imágenes. El problema es que no llenan la barriga. Solo dan sensación de lleno. Qué fácil es compartir, ser solidario ahora, ¿no?

Los pocos que luchan se atreven a poner hashtags en twitter, cosas como #salvemoslademocracia o #educacionpublicaya. Contra el atentado de Boston, en vez de salir a la calle y gritar, se creó un hashtag, #prayforBoston, y millones de personas pusieron una vela. ¡Pusieron una vela! Así, como si las víctimas fueran a revivir.

Cada persona debe aportar su granito de arena, no una molécula de arena. No todo se limita a clicks.