días

7/2/16

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Timos

Ayuda. 
No se dónde estoy, esto está muy oscuro. Aunque si miro a mi alrededor aún siento el fresco de la noche caer como una luz cenital sobre mí. Pero a mis lados me rodean masas calientes. Se mueven y hacen mucho ruido, y yo me mareo. Vómitos y fluidos sanguinolentos caen cerca de mí, y yo a duras penas esquivo tantas desgracias a la vez.


Mi angustia se triplica cando veo que la misma masa que me oprime me está moviendo a su antojo, inutilizando mis pies, burlándose de mi movilidad. Estoy demasiado acongojado para ser consciente de lo que ocurre, pero cuando quiero abrir los ojos de par en par y mirar a mi alrededor, cientos de luces me ciegan. Son de muchos colores y apenas entran por la estrechez del hueco del que dispongo para moverme. Angustia. Empieza a retumbar el suelo.
Descubro que todo eso que se mueve y me oprime son personas, personas que chillan y miran en todas direcciones, sonríen con nerviosismo a ratos y se caen al suelo. Se vuelven a levantar e intentar enfocar sus orejas a una fuente del ruido que brama, asemejándose más bien a un terremoto con acoples de megáfono.
Me inquieta su maquiavélico baile: se mueven a la izquierda y luego a la derecha, para volver a repetirlo. El movimiento les llega hasta el tronco, de milagro, y es de apenas centímetros. Parece que temblaran con inquietud.
Intento pensar en lo práctico: ¿sigue mi cartera conmigo? Parece que sí. Mi abrigo me protege fielmente de toda invasión externa, o al menos a los bolsillos de dentro. Aunque no son pocas las manos que me rozan.
Quiero salir, pero se me antoja imposible avanzar. Reflexiono sobre lo que ocurriría si alguien tuviera que mear en esta situación: no podría sino hacerlo en el sitio, como si fuera el mar. Intento empujar hacia lo que parece la salida (una luz más anaranjada que el resto) y casi pierdo por completo la esperanza de volver a ver la luz solar cuando salgo de la masa, extenuado, vacilante. Trato de ubicarme y distingo zonas de mi ciudad.
Aprovechando tal momento de lucidez, salgo de allí, a paso lento y dolorido, con los oídos aún pitando, pisando vómitos, sintiendo sofoco, y casi arrastrándome por volver a recibir el fresco de la noche como una luz cenital.

¿Crees que escapé de algo parecido a un vagón con destino a Auswitch? Entonces deberías revisar lo que haces cuando crees que sales "de fiesta". Y ya de paso, preguntarte por qué estás pagando por ello.

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