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27/4/18

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Asco

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“Asco” es la única palabra que puede describir lo que sentimos al leer la sentencia del caso de La Manada. En primer lugar, por el detallado y macabro relato de una clara violación grupal, y, seguidamente, por las interpretaciones que algo llamado Justicia ha realizado sobre esta.

Entendiéndose que no hubo intimidación, la condena aplicada se queda en abuso sexual, no en agresión. La corta mirada de los jueces no ha podido (o no ha querido) comprender que, en estado de shock y bajo los efectos del alcohol, pocas señas de sentirse intimidada pudo dar la denunciante, no bastándoles su inmovilidad y sus ojos cerrados en casi todo momento.

Del mismo modo, se entiende que hubo consentimiento, si bien “fue obtenido por el uso de una situación de superioridad”. ¿En qué lugar deja esto la palabra “consentimiento”?

No soy jurista: desconozco si otros jueces podrían haber visto y señalado la intimidación que producen diez ojos lascivos alrededor tuyo en un cubículo sin salida de 3 metros cuadrados. Tal vez la ley exija que vuelen puñetazos y patadas para incluir el criterio de “violencia e intimidación” que tanto echamos en falta. Tal vez la chica tendría que haberse operado previamente el cerebro para no tener estados de shock y entonces resistirse, jugándose la vida (y la muerte) como otras.

No sé si son los jueces. No sé si es la ley. Pero sí sé que es un "fallo" insuficiente e injusto.

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