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19/9/22

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Güelita Carmina

Güelita Carmina.
 
Te dejaste por ver todos los éxitos venideros de tus nietos y el camino que, en los estudios o en la vida, íbamos a contarte mientras lo recorríamos. Pero aún llegaste a vernos en graduaciones, conciertos, oposiciones y otros tantos logros de los que presumías ante todo el vecindario.
 
Te recuerdo en mil sitios: te recuerdo en Guardamar, metiéndote al agua con nosotros; en el salón de casa, bailando los Lunnis conmigo y con Güelito, sabiendo que según se acercaba la hora de dormir yo iba a querer irme; o en la puerta del colegio, yéndome a buscar a la catequesis. Más adelante, te recuerdo en la Avenida de España, encontrándote conmigo y mis amigos dando una vuelta, diciéndome “a ver cuándo te pasas por casa”, pero nunca reprochándomelo; o en muchas comidas familiares, diciendo “Donde esté un filete con patatas, que se quite todo eso del wok”. Te recuerdo asomada por la ventana, viéndome volver tras meses de pandemia, con lágrimas en los ojos. Te recuerdo en el salón, teniendo cientos de conversaciones sobre Sálvame o La isla de las tentaciones, cotilleando sobre este, el otro y la de más allá, actualizándome sobre todo el personal de Telecinco; pero también hablando sobre la vida y la muerte, sobre el amor y la familia, la guerra y la paz, sobre la compañía y la soledad. 
 
Y creo que, gracias a recordarte en tantos sitios, nunca te irás del todo.
 
“¡Vaya hijas tienes!”, te decían siempre. Y lo cierto es que no pudiste quejarte, ni de hijas, ni de nietos; aunque, por contraparte, cumpliste como nadie como madre y abuela. Y como hermana, amiga, vecina...
 
Uniste a los García (o a los San Emeterio) alrededor de ti en incontables eventos, convirtiéndonos sigilosamente en más familia cada vez. Y sin abandonar nunca tu desparpajo al decir las cosas (que sí, lo tenías), nunca nos faltó tu comprensión. Ahora, y seguro que no soy el único, tendré que buscar otro pepito grillo que escuche todos mis problemas, que se memorice toda mi situación, estudios, trabajo, preocupaciones, conflictos; y que después me diga que me entiende, y que yo a lo mío, a estudiar y a ser feliz. Alguien que lo enjuicie todo de esa manera tan resuelta pero afectuosa, y que me enseñe que hay que prosperar en lo que se pueda y aceptar el resto.
 
Te costaba mucho decir “te quiero” y tampoco eras muy fan de los abrazos, pero ahora veo que querer no es eso. Como siempre, nos damos cuenta de la mayoría de lo que tenemos cuando nos falta, y ahora me doy cuenta de todo lo que voy a seguir aprendiendo de ti.
 
Si he llegado a leer hasta aquí debe ser porque todavía no me lo creo del todo. Todavía hice antes una foto a los ramos para enseñártelos y que vieras toda la gente que ha venido a despedirte. En fin, ya ves.
 
Espero que tus rezos por la noche por nosotros hayan sido correspondidos, y así todos los nuestros por ti lo sean también, y estés descansando y en paz, y, si puede ser, con Güelito.
Te vamos a echar mucho de menos.

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