Cuantas más palabras vienen,
repicando, a mis oídos;
cuanto más ruido visita,
sin permiso, mis sentidos;
cuanto más me encadena,
por idiota, lo que digo;
cuanto más devoro libros
que confundo con amigos…
Cuanto más retan las sombras
del saber a mi impaciencia;
cuanto más pesa el cerebro
y más me flota la cabeza;
cuanto más placer de un día
me emborrona la conciencia;
cuanto más se va la niebla,
desnudando las certezas…
Más deseo yo ser menos,
derramarme en derredor,
sin amarme, ni amarrarme,
ni jugar a la razón;
más deseo yo vivir
desviviéndome de amor,
descartando lo que pese,
todo lo que fuera yo.
Porque menos siempre es más
(y por suerte, menos mal),
nada opino del que opina
(y es que a mí qué más me da);
sé que más o menos sé
que el saber es pretensión;
y que el miedo existencial
sólo sana en soledad.
Y si tengo que escoger
si la gloria o el dinero,
yo me quedo con el cielo
que atardece aquí a mis pies;
y si debo decidir
si vencer o convencer,
espero al amanecer
y de nuevo soy feliz.
Y maldigo a quien profiere
tanta tonta afirmación;
prefiero que vibre el aire
al sonar de un Si bemol;
más verdad hay al trasluz
de los párpados al sol
que en mil luces cegadoras
impidiendo la visión.
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