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29/6/19

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Deja tu bandera


Queridos lectores:
Nuevamente, os traigo algo de crítica con la mejor y más constructiva intención. Esta vez, hay una novedad: un amigo y yo hemos grabado la entrada en vídeo, tal como anticipé en esta entrada. Podría ser un formato más agradable que las típicas lecturas interminables que os hago sufrir. Tenéis el vídeo (en el nuevo canal del blog, al que os recomiendo suscribiros) pinchando aquí.
Para los más acérrimos lectores, adjunto de igual modo la transcripción del texto.

Alrededor de estas fechas, cientos de ciudades se llenan de multitudes que, con fervor, reivindican la diversidad sexual. Años de lucha de sus antepasados les han dado las libertades que tanto deseaban y que, ahora, no están dispuestos, dispuestas ni dispuestes a soltar. Puedes tener pene, vagina, ambos, ninguno, otros; pueden atraerte los penes, vaginas, ambos, ninguno u otros. Nada malo debería ocurrirte por ello, pues, salvaguardando tu combinación sexual, numerosos compatriotas te rodean. Bajo una misma bandera, se reúnen, gritan, festejan, ríen y lloran por una misma causa. Comparten un mismo objetivo, unos mismos símbolos y una misma aversión a quien, por no tenerlas en común con el grupo, no asistirá a la cita.
Forman un bloque imponente y poderoso.
Algunos de sus integrantes, tal vez, disientan en algún modo de las ideas generales del grupo, pero tienen por plan llevarse sus disidencias a la tumba: ¿acaso daría tiempo a explicar sentimientos e ideas, de entrada con apariencia chocante con la causa por la que están unidos, sin arriesgarse a ser cortado y, por ende, malinterpretado y aborrecido?
Cada uno de los colores de sus unánimes banderas se volvería contra él. Cada una de las personas que conforma el tejido de la marcha se asustaría, lo confirmaría con los de al lado y le juzgaría de tal manera que lo mejor que podría hacer es callarse. Los partidos políticos, y organizaciones públicas financiadas por estos, confirmarían la conveniencia de tal apartamiento.

Amigos, lamento decir que sigo hablando de la marcha del Orgullo. ¿Cómo un relato que empezó describiendo una situación de libertad, respeto, diversidad y tolerancia se ha transformado en esta clara descripción de un linchamiento público? Sencillo: a lo largo del texto, he cambiado el foco de lo que describía, y lo he ido trasladando del chivo expiatorio de la diversidad sexual a la clara realidad: la absoluta desprotección de la diversidad intelectual e ideológica.
Existe un gran interés en explotar al máximo la reciente apertura de la sociedad hacia la posibilidad de hablar sobre sexualidad en público. Esto hace que nos encontremos defendiendo, con uñas y dientes, todo tipo de diversidad sexual, mientras olvidamos cómo la forma en que lo hacemos desprotege lo que debería ser, en principio, nuestro gran objetivo: la salvaguarda de la diversidad en general. La del diferente. La de aquel que, entre 100 personas, expresa pensamientos e ideas que le convierten en el único divergente de la centena. Sus dudas, razonamientos y aportaciones harían avanzar al grupo mucho más rápido que la unanimidad conformista del resto.

Alguno, tal vez asistente a las marchas, estará ya pensando que le acuso de ser la encarnación del mal, de querer manipular la sociedad para sus propios intereses. No es así. Si encajas con el prototipo descrito a lo largo del texto, no estás manipulando: estás manipulado.
El Estado, con poderes fácticos y conocimientos sociológicos de sobra, sabe hacer muchas cosas útiles para su propia supervivencia (que no es más que la de los políticos que viven de él):
  • Sabe desviar la atención a problemas que suponen menos incidentes que otros.
  • Sabe crear antisistemas perfectamente previstos e integrarlos en el propio sistema, de tal modo que acaban siendo menos peligrosos que lo que lo habrían sido por su propia cuenta.
  • Sabe que es mucho más práctico convencer a la masa para hacer algo descabellado que hacerlo por su propia cuenta con la oposición de la ciudadanía, pues:
    • No hay mejor reo que el que no sabe que está colaborando con su propia muerte.
    • No hay mejor preso que el que no sabe que está en la cárcel.
    • No hay mejores destructores de la divergencia y la diversidad que los que, colectivizados, creen actuar en su nombre.
Aplicando todo esto, se logra una sociedad mucho más simple, dividida en bloques gestionados públicamente y enfrentados entre sí, de modo que la atención se puede desviar tranquilamente mientras se realizar acciones que, en otras circunstancias, habrían sido rechazadas.

Si mi entorno y experiencia me hacen creer que lo más justo es que sea de izquierdas, feminista, etc., escogeré esas etiquetas para mí y no volveré a juzgar lo que se haga en nombre de ellas. Tampoco argumentaré mis convicciones frente a quien opine diferente: en su lugar, trataré de sumarle enemigos por medio de sumar más aliados a mi causa.
Por otra parte, si mi entorno y experiencia me hacen creer que lo más justo es que sea de derechas, realpolitik, etc., escogeré esas etiquetas para mí y no volveré a juzgar lo que se haga en nombre de ellas. Tampoco argumentaré mis convicciones frente a quien opine diferente: en su lugar, trataré de sumarle enemigos por medio de sumar más aliados a mi causa.

Y es que es sabido que es muy agradable sentirse integrado en un grupo. Tanto como desagradable situarse fuera de todos, o tener varios en contra. Es la "política de tribus" que nos permitió colaborar y sobrevivir en la Prehistoria, quedando ahora grabada en nuestro sistema de recompensa, y que es ampliamente explotada por quien saca partido de ello: "¿Que la lucha de clases ya no funciona? Hagamos una clase con las mujeres. Enfrentemos a prodiversos y homófobos, especistas y antiespecistas, soberanistas y constitucionalistas, fachas, rojos, azules, arcoiris. Demos miles de etiquetas, asignemos un conjunto de prejuicios propios y ajenos a cada una y dejemos que la pasión por la pertenencia a ellas y el enfrentamiento entre estas eviten que cualquier tema se debata racionalmente".

Me gustaría entrar en un mitin de Unidas Podemos y preguntar:
  • ¿Qué hacemos con el que se opone al matrimonio homosexual? ¿Os habéis parado a pensar que a lo mejor se opone porque etimológicamente no le parece una palabra adecuada y resulta que estáis de acuerdo en todo el fondo? ¿Sabéis siquiera si tenéis una opinión clara sobre la etimología de "matrimonio"? Y, si la tenéis, ¿habéis probado a... argumentarlo? ¿No será mejor eso que hacer como que el disidente no existe?
  • ¿Qué hacemos con el que piensa que las terapias de conversión a la heterosexualidad son válidas? ¿Os habéis parado a pensar los miles de argumentos que puede tener para ello? ¿Y si realmente piensa que tal reconversión es psicológicamente posible, así como falta de secuelas, de tal manera que todo queda a la libertad de elección del individuo de su propia orientación sexual? ¿Sabéis realmente si no es así? Y si sabéis que no, ¿habéis probado a argumentárselo? ¿O asumís que el otro simplemente odia a todos los homosexuales?
Del mismo modo, me gustaría irrumpir en un mitin de Vox para cuestionar varias cosas:
  • ¿Qué hacemos con el que se opone a la caza? ¿Os habéis parado a pensar que a lo mejor se opone porque cree que tiene mayores perjuicios para la biodiversidad a medio plazo que beneficios para los cazadores a corto y resulta que estáis de acuerdo en todo el fondo? ¿Sabéis siquiera si tenéis una opinión clara sobre eso? Y, si la tenéis, ¿habéis probado a... argumentarlo? ¿No será mejor eso que hacer como que el disiente no existe?
  • ¿Qué hacemos con el que piensa que la Ley Integral contra la Violencia de Género es útil? ¿Os habéis parado a pensar los miles de argumentos que puede tener para ello? ¿Y si realmente piensa que el descenso del número de víctimas se debe a ella y va a continuar los próximos años? ¿Sabéis realmente si no es así? Y si sabéis que no, ¿habéis probado a argumentárselo? ¿O asumís que los defensores de la LIVG simplemente odian a todos los hombres?
Como veis, se puede reprochar por igual a izquierda y derecha, pues su problema tiene un denominador común: la cerrazón. Me suelo meter más con la izquierda, es cierto. Pero no tengo ningún problema en explicar por qué lo hago: mi ideología pasa por la izquierda en muchas cosas, y me da pena ver cómo la están destrozando, más aún cuando al hacerlo se está cayendo en una gran hipocresía: denostar (en nombre de ella, para mayor ridiculez) la libertad, en general; y la de expresión, en particular; ambos principio básicos de la izquierda, si no me falla la memoria.

Así pues, una vez aclarada esta fijación mía con la izquierda y sus corrientes, permíteme dirigirme a ti, asistente y/o simpatizante de marchas y convenciones LGTBQ+.
Deja tu bandera en casa y disfruta y defiende tu absoluta e irrepetible individualidad.

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