días

19/7/19

0

Jopelines

Hay días que nunca se olvidan. Hoy, 18 de julio de 2019, pasará a mi memoria como uno de ellos.

A las 17:36, y ante la frustración de una puerta que no cerraba bien por no encajar, varios intentos por medio, un pensamiento invadió todo mi ser: "Joder". No se trata de algo nuevo, y es que ya había pensado palabrotas incontables veces. Sin embargo, esta vez ocurrió algo inaudito: cuando me quise percatar, había pronunciado mi queja en voz alta.
Desde pequeño, me prometí a mismo, entre otros compromisos, no caer jamás en el lenguaje obsceno, mantener mi pureza lingüística en los más altos estándares y, a modo de quasi terapia, evitar pagar cualquier conflicto con el castellano, inglés o cualquier otra lengua. Esto, considero, ha moderado mi lenguaje y carácter de forma positiva.

No han sido pocos los golpes por el camino, con palabras más o menos discutiblemente malsonantes.
Recuerdo aquel día, en Primaria, en que pregunté a mi buena amiga Eva si "Me cago en la leche" y "Leches" eran palabrotas, casi buscando una excusa, una respuesta negativa, un chivo expiatorio. Ante su negativa, decidí incorporar tal palabra a mi vocabulario. Fue la primera vez que elevé el nivel de la categoría de malsonancia que admitía hasta el momento.

Recuerdo aquel día, yendo en patinete por la calle con mi amigo Daniel, en que, tras tropezar, dije "Casi me doy una ostia". Amortigué la "a" al final, viendo venir la tragedia, de tal forma que dejé en opinable el hecho de haber pronunciado tal sacrilegio. Corrí un estúpido velo tras e incidente y solo he vuelto a pronunciar la palabra con ocasión de imitar aquel "Twelve points go to Austria" que tanto nos avergonzó en Eurovisión.

Más tarde, empecé a escribirlas. No todas, solo las más suaves. Al principio, escribía la palabrota con una letra al azar en medio y la borraba después, de tal modo que se pudiera considerar que no la había escrito al uso. Sin embargo, en las últimas ocasiones he empezado a ser más práctico.

Así las cosas, llevaba un tiempo pensando en finiquitar mi autopromesa. Siempre me ha proporcionado una gran paz interior sentirme respetuoso con mi yo del pasado, pero no puedo ignorar las señales de que tal pacto se desmorona. La de hoy, considero, ha sido inequívoca.

No sé qué haré a partir de ahora. Hoy no he sentido la culpabilidad de aquellas primeras tenues palabrotas: he sentido alivio, y eso requiere una respuesta en forma de nuevo plan vital lingüístico. Solo el tiempo dictaminará si, bien decida empezar a liberar mis maldiciones, blasfemias e injurias, bien decida no hacerlo, habrá sido una buena determinación. Lo que está claro es que, veinte años después, termina una etapa.

Joder, cómo la he liado.


No hay comentarios: