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13/4/14

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De buena tinta

En este párrafo colaré un dato personal: soy un obseso del material de papelería. A la hora de escribir, de escoger el arsenal que utilizaré en la batalla de los deberes (hermoso, ¿verdad?), en mi cabeza se despliega un auténtico mundo de posibilidades, de colores, combinaciones, e incluso una pirámide de poder que clasifica, por su tonalidad, a los bolígrafos. Al igual que en el capitalismo, lo escaso es valioso, y es por eso que el boli verde es para mí el jefe de los esquemas, el responsable de bordear los títulos de los apartados en los libros y a quien acudo a la hora de escribir algo de máxima importancia.
Por debajo, cual subdelegado, reina el bolígrafo rojo, censurado en las clases ya que se confunde con las correcciones de los exámenes, lo cual le añade un plus de exclusividad.
El boli negro es el mejor de los peores, y el peor de los mejores. Solo se sitúa por encima de la tinta más básica y común: la azul.

El clásico Bic.

Esta auténtica pirámide, esta jerarquía propia de la sociedad medieval, es la que manda en las aulas y oficinas del mundo. Pero voy más allá: ¿por qué ha de ser el azul el color más frecuente en los bolígrafos, si las fotocopias, textos de Internet y periódicos son en negro?

Pues bien, para empezar, si los colores son diferentes, los materiales son diferentes: la tinta negra se sirve de carbono para fabricarse, caprichosa sustancia que la hace más tosca, contaminante y propensa a secarse. Además, tiende a ensuciar más la hoja al escribir que la tinta azul.
Otro motivo es el de distinguir fotocopias, impresiones y documentos de escritos originales, al menos mientras las impresoras eran sin color. Por si el negro aún tenía alguna esperanza de ser el predilecto, fluye peor en la hoja. ¡No todo es perfecto!

Es por esto que el uso de bolígrafos en España y Portugal tenga estas cifras:

  • Azul: 64%
  • Negro: 23%
  • Rojo: 10%
  • Verde: 3%


Próximamente: los rotuladores.
Fuente

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