días

10/9/13

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Por la noche

Son las 3:00 de la mañana. Estoy despierto, con los ojos abiertos como platos en la oscuridad de mi habitación.
Se supone que debería estar durmiendo, pero un ruido seco y sordo me ha despertado. ¿Se habrá caído un cuadro? Intento mantener la calma, pero al no poder soportar tanta presión...

Enciendo la luz.

Todo está en calma. Las paredes me miran burlonamente y los libros descansan sobre sus estanterías.


Apago la luz.

Pero a los tres minutos, más o menos, me ataca un pensamiento: "¿Está todo desenchufado?" La regleta, la radio, el ordenador... Y aun sabiendo que a este paso no me dormiré nunca, bostezo y torpemente acerco mi mano a la llave que iba a cegarme los ojos.

Enciendo.

Y no la lámpara de la mesita de noche que llevo siglos sin usar, no, ¡las halógenas!
Me calzo las zapatillas y me levanto. Sí, está todo desenchufado. Pues nada, vuelvo a la cama.

Y cuando estoy a punto de caer como un cesto... Salta una alarma en la calle.

Comprendo que no voy a dormir esta noche.

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