días

20/10/17

8

Mamá, no quiero ir al cole... si voy a desaprender

Aquí tienes el podcast, por si quieres escucharlo como apoyo para la lectura (y es que, a veces, mi expresión es difícil de entender sin la correcta entonación).
Lengua castellana. Una ciencia difícil, O, al menos, algo difícil de aprobar. Pero ¿es realmente una disciplina científica?
Ya di, hace más de un año, mi opinión sobre el análisis morfo(formo)lógico (te recomiendo leerla o ver el vídeo, que está en el mismo post al que enlazo, antes de abordar este texto). El cabreo, agridulce emoción con la que consigo escribir líneas y líneas de crítica, estaba muy presente en ese texto. Ahora, sin más procastinación, considero una responsabilidad cerrar este círculo de denuncias (o, al menos, seguir dibujándolo) y pasar a describir la censura que sentía que me oprimía en Lengua, tanto opinando desde dentro como desde fuera de la asignatura.

El problema es el siguiente: tras un verano de inactividad intelectual, y un comienzo de curso que pinta el futuro de este año como una continuación de este relajo estival, el cabreo se ha desvanecido. El narcótico del tiempo ha borrado mucha parte de la indignación. No obstante, intentaré cumplir con lo que ya considero una responsabilidad y un compromiso conmigo mismo y dejaré claro lo que es una clase de Lengua de 2º de Bachiller cuando un alumno cuestiona las cosas; doble cuestión, en este caso, pues hablamos de los problemas que me llegó a plantear la valoración personal de un texto argumentativo.

Dentro de todos los pasatiempos que se han inventado para trabajar sobre un texto argumentativo (como puede ser un artículo de opinión de un periódico, si atendemos a la clasificación de los textos [lo cual no es más que, a su vez, otro pasatiempo]), existe algo llamado "valoración personal", que consiste en lo siguiente, según la definición de los apuntes de mi profesora de Lengua:
[...] a través de juicios y valoraciones sobre el texto y sobre las ideas del texto, el alumno demuestra su capacidad crítica y su conocimiento de la realidad. [...]

Bajo estas premisas, hubimos de dar nuestra valoración personal sobre el texto Ortografía francesa, de José María Romera:

"En Francia han sonado las alarmas ortográficas. Varias facultades y escuelas universitarias han decidido implantar este curso unas pruebas de ortografía que todos los estudiantes habrán de superar si quieren obtener el título. No ocurre sólo en centros de Letras. Las más interesadas en aplicar la medida han sido las 'facs' técnicas que imparten estudios de ingeniería, arquitectura o ciencias, donde se ha observado un mayor déficit en corrección escrita entre sus estudiantes. 18 universidades han incorporado asimismo a los currículos de los distintos grados una asignatura obligatoria de Lengua destinada al alumnado que ingresa en sus aulas, pues han comprobado que las carencias en el conocimiento de las normas lingüísticas dificultan notablemente el aprendizaje de las otras materias.
Pero, claro, esto pasa en un país preocupado por su cultura. Uno se pregunta si aquí seríamos capaces de tomar una decisión semejante. Cualquier alumno de bachiller francés es un Balzac al lado de su equivalente español. Ha leído a los clásicos, ha producido cientos de composiciones escritas y ha pasado exigentes controles de redacción. En el currículum vitae de los aspirantes a empleo ya es habitual adjuntar el llamado 'certificado Voltaire' que acredita el nivel de competencia ortográfica y gramatical del aspirante. Con menos de 500 puntos -equivalente al siete o el ocho en un riguroso examen de ortografía- ya te puedes olvidar de cualquier trabajo bien remunerado, a no ser que hinques los codos y vuelvas a probar fortuna en un ejercicio de 240 preguntas y dos horas y media de duración.
Nosotros nos contentamos con quejarnos de lo mal que escriben estos chicos, intoxicados por el vertido tóxico de los SMS que tanto daño están causando al correcto idioma, al parecer. Los mensajes telefónicos se han convertido en el chivo expiatorio de nuestros males, en la explicación única de un neoanalfabetismo que hunde sus raíces en otras causas. Los jóvenes -y gran parte de los adultos, entre los que no se excluyen muchos profesores de educación superior- escriben mal porque leen poco o nada, porque han perdido el respeto a un idioma maltratado en la radio, la televisión y la Red, porque no perciben a su alrededor el menor respeto por la palabra.
Hace quince o veinte lustros, el niño que pretendía entrar en los institutos públicos para hacer aquel bachillerato pasaba una prueba de dictado. No podía cometer más de tres faltas de ortografía en un texto con palabras del nivel de «herméticamente» o «convulso», que un servidor recuerda bien porque le visitaron en sus pesadillas de los 9 años hasta que comprobó que había acertado. Hoy un doctorando se queda como si tal cosa después de haber escrito «haber» en vez de «a ver» y «enrroyar» en lugar de «enrollar». Y no suenan las alarmas. Pero, claro, Francia está más al norte, Pirineos arriba."

Una vez llegué a la sección de valoración personal de mi comentario de texto, decidí liberar al Miguel crítico que antes había tenido que comedirse a las reglas del juego del resumen, la clasificación de la tipología textual, esquema de ideas, tema y estructura, etc., y dar rienda suelta a mi sentido crítico.

A grandes rasgos, comparto la tesis del autor, pero no la forma en que la expresa, hasta tal punto que me pregunto cuál es realmente la tesis. Me llego a hacer preguntas, como el propio autor hace a lo largo del texto (aunque sobre otros temas).
En mi caso, me cuestiono hasta qué punto este artículo refleja una opinión sobre la situación académica comparada de dos países o es, en cambio, una huida hacia delante del autor, que busca afear todo lo que sea España para parecer absolutamente convencido de sus halagadoras palabras para Francia. Un análisis formal vería argumentos y una función referencial en el texto, y por ello nos utiliza a nosotros, los lectores, con nuestros puntos de vista abiertos y preparados para la diversidad (y es que si no, no estaríamos leyendo un artículo de opinión) y da apariencia de solidez a sus endebles dictámenes con tal de parecer en lo cierto, lo que le preocupa más que estarlo.
No entro a discutir los datos que se presentan, si es que estos se pueden entresacar a duras penas. Sin embargo, es poco alentador ver cómo un periodista aprovecha el terreno que le brinda un artículo de opinión para exagerar la verdad con neologismos (como “neoanalfabetismo” [...]), que son también intentos de tratar de hacernos sentir inferiores intelectualmente; y metáforas sin exactitud (“vertido tóxico de los SMS” [...]), en un intento de tener un estilo propio. Este autor crea una burbuja de elitismo ortográfico donde da por asumido que Pirineos abajo es imposible cambiar nada.
Es triste que, estando últimamente de actualidad el tema de la educación innovadora, este que se dice periodista escoja el de la vieja escuela: el maestro que despotrica de sus alumnos atribuyendo a sus errores prácticamente la idiotez de un cerebro irresoluble que nunca aprenderá. Sería interesante ver la reacción de J. Mª. Romera al verse cometer (pues también es mortal) una falta ortográfica. Como mínimo calculo que se exiliaría del planeta. Aunque si respetara realmente la palabra, la usaría más cabalmente.

Yo pensaba que esto que había escrito mostraba mi capacidad crítica y mi conocimiento de la realidad, pues, sea cual sea, eso era exactamente lo que había hecho. Pero debí de ser muy ignorante para no ver que mi valoración personal estaba mal. A día de hoy, sigo buscando en qué parte de mi ejercicio no muestro exactamente mi capacidad crítica y mi visión de la realidad (que es lo que se pedía). Tal vez, con la necesaria lobotomía universitaria, acabe viendo mi respuesta como un error, aunque vea equivocadamente, y muriendo feliz. Mientras tanto, no veo más errores que los de la corrección de mi profesora: 

  • [1] "Demasiado tajante". Así definió la maestra mi crítica tras leerla. Lo que olvidó fue añadir "para mí" a su opinión. En ese momento pierde todo rigor al olvidar el importantísimo detalle de que algo no puede ser valorado como más o menos tajante si no se aplica un contexto de perspectiva personal. Tanto estudiar palabras para no saber utilizarlas (interesante semejanza con J. Mª. Romera)...
[2] Cabe añadir, sobre esto, que tampoco obtuve un razonamiento que me explicara por qué, en tal caso, la contundencia es negativa per se en una opinión personal. Me temo que se debe a que el motivo tras ello es una deshonra para cualquier área del saber: no gusta oírlo (y con esto me refiero al mantra de que hay que dar una opinión que no sea radical para nadie para que ningún corrector te suspenda por no coincidir con ella). ¿Os imagináis estos motivos "justificando" en la astronomía, por ejemplo, no poder pasar de creer que la Tierra es el centro del Universo a que no es más que un planeta más que orbita alrededor del Sol, para no provocar taquicardias al clero? Pues sí... pero esto ocurría en la Edad Moderna. Hace tiempo que han avanzado.

  • [1] Uno de los siguientes argumentos que esgrimió contra la valoración fue que no debo evaluar al autor sino al texto. Pero ¿quién lo escribe? ¿Una cafetera? Tal artículo consiste íntegramente en las ideas del autor. Y no vamos a estar fingiendo que no es así, porque no me gusta perder el tiempo.

  • [1] Sobre el autor, también me dijo "has estado a punto de insultarle". Pues eso, a punto. Por si alguien duda de que pueda haber sido casualidad que me quedara al borde del insulto: jamás veréis (o eso espero) en mis textos un improperio dirigido a lo personal, nada que no sean definiciones y adjetivos debidamente justificados y con intención constructiva.

En la asignatura de Lengua no hay lugar para tu criterio. Debes escribir lo que al corrector (que no es más que una persona que obtuvo un título tras doblegarse durante 4 años como ahora debes hacer tú) quiera leer. El problema viene cuando la Lengua se apropia del concepto de "valoración personal", algo que deberíamos ejercitar en todas las áreas de la vida, y crea un espacio propio en que tu criterio no entra en las apreciaciones individuales de los textos, que debes redactar de forma falsa y comedida pero convincente.
¿Entendéis la jugada? Yo la pillé rápido. Creo que habría sido menos doloroso asumirlo como una norma desde el principio. Pero no era lo correcto.
[2] Es cierto que fui bastante crítico. Pero, si se trata de eso, ¿dónde podría estar el problema? No puede ser otro que el siguiente y descorazonador hecho: tengo que ser cuan crítico quiera ella. Pero ha creado un monstruo, pues no ha conseguido evitar que aprenda bien a ser crítico con los autores (pobre error del sistema educativo), y quien lo es con los autores, lo es también con su profesor cuando ves que intenta que, realmente, no lo seas, sino que finjas muy convincentemente serlo en un examen de Selectividad. Ese es el sistema educativo en que nos ha tocado estudiar. Y ella es cómplice de ello. "¿Y no puede ser que ella piense lo mismo pero tenga que cumplir órdenes de arriba?". En tal caso, no entiendo qué hace impartiendo una materia cuyas deficiencias conoce. Bueno... Tal vez se me ocurra algún motivo, aunque no tienen por qué ser todos a la vez. Puede que incluso me equivoque en todos. Por si acaso, aquí van:
  • Carece de sentido crítico.
  • Fue una alumna que hacía comentarios insulsos y nada tajantes, lo cual le permitió realizar una buena Selectividad y carrera, domando su propia capacidad crítica debido a los resultados que obtenía al contenerse. Esto ha derivado en que ahora no quiera reflexionar sobre el absurdo de su propia asignatura, pues, tanto estudiando como impartiendo clases en un instituto, este modus operandi es el que funciona.
  • Escogió estudiar Lengua porque estaba confundida pensando que, tal vez, era otra cosa, y ahora no le queda otra que trabajar.
Es posible que, a estas alturas, te estés preguntando por qué hay números entre corchetes por ahí dispersos. Se trata de un indicador que implica a todo el párrafo al que antecede y se refiere a los dos tipos de argumentos y/o teorías erróneas que recibíamos en clase como apaciguamiento de nuestro propio criterio. A continuación os los explico y os doy un ejemplo de cada uno.

  • [1]: Cuando llegaba a razonar con mi profesora y esta veía que la clase se desmoronaba porque descubríamos absurdos, imprecisiones y errores en su asignatura, recurría a sus apuntes y me daba una respuesta de cualquier fotocopia de apuntes dentro de la paranoia de la materia, para que pareciera que se amparaba en conocimientos (precisamente los puestos en entredicho) con algún tipo de validez, lo que me hace pensar que mi profesora sería una perfecta alumna de sí misma. Era como tapar suciedad con más suciedad.
Ejemplo: analizando los recursos literarios (metáforas, juegos de palabras, enumeraciones, paralelismos... otro pasatiempo, vaya), nos detuvimos en el siguiente fragmento de Ortografía francesa: "Cualquier alumno de bachiller francés es un Balzac al lado de su equivalente español". La profesora citó este como un ejemplo de hipérbole, de exageración, pues "está llamando Balzac, es decir, lo mejor de la literatura francesa, a los alumnos de este país". Si no le hubiera dado un par de vueltas, habría pasado. Pero no es una hipérbole: es, en todo caso, una comparación.




Si se hubiera encontrado directamente la frase "La diferencia de nivel es la misma entre Balzac y francés que entre francés y español", estoy seguro de que habría dicho: "Es una comparación, pues ha escrito 'es la misma [...] que'. Cuando dan el trabajo hecho, es muy fácil. Cuando hay que utilizar la comprensión lectora no es que se vuelva demasiado complicado: es simplemente que no utilizó esa capacidad. ¿Por qué? No es que no sea capaz, estoy convencido de ello. Probablemente se deba a que en nuestros sagrados apuntes no ponía "comprensión lectora".
Ya es triste encontrar errores incluso en la aplicación de clasificaciones inútiles, inventadas a conciencia por lingüistas que después no saben emplearlas. Creo que no se pueden sumar más taras.


  • [2]: Al llegar a descartar los apuntes como fuente válida de respuestas para estos mismos (que costaba), todo era vacío más allá. Solo algún "a mi tampoco me gustan ciertas cosas en esta vida", "si eres tan listo, sal a la pizarra y explícalo", "os tengo que preparar para la EBAU", "hazte ministro de educación y lo cambias" (todas estas se oyeron en clase, no las estoy sacando de la nada).
Ejemplo: un día, estábamos leyendo un texto de opinión en clase y comenté algo sobre este con un compañero. La profesora paró la lectura y me preguntó, molesta, qué pasaba. Yo le contesté "estaba opinando una cosa sobre el texto porque mientras lo leo me surgen opiniones". Adivinad la respuesta. "Tú siempre con tus opinones".
¿En qué clase de mundo debería ser extraño que las cosas te causen opiniones? ¿A qué nos quieren acostumbrar? Si fuera que le había molestado hablando y me hubiera dicho eso, tenía razón, no me tocaba hablar en ese momento. Pero no fue eso por lo que se cabreó. Fue porque me surgió una opinión. Y esto no se debe normalizar, porque sé perfectamente que no quería que yo, precisamente, opinara sobre el texto, pues ya sabe que yo opino de verdad y me niego a ser una máquina de producir textos expositivo-argumentativos.
Y me ha costado Dios y ayuda pasar lengua siendo a la vez dos tipos de alumno: uno crítico, en clase, y otro conforme con lo que le dicen que es cierto, en los exámenes. Me ha costado porque solo tengo un cerebro, y, al final, o eres crítico o te crees lo que te dicen y punto. Pero yo quería sacar buenas notas sin perder mi carácter opinativo. Y cuesta muchísimo, lo que es un fracaso del sistema educativo.
Memorizar conocimientos y cuestionarlos a voluntad, solo a veces,  para luego volver a ignorar los argumentos que los descalifican, es muy chungo (por cierto, ocurre igual es Hª de la Filosofía). Si los consideras ciertos y simplemente aplaudes lo que te van diciendo, sin analizar los errores, todo es más fácil, pero no puede ser así. Tienes que hacer eso y reservar un trocito de cerebro para analizarlo y criticarlo constantemente. Eso es, verdaderamente, sobrevivir al Bachiller, y no pasar mañanas de resaca en clase y estudiar hasta las tantas por la noche.

Esta dualidad "ahora respondo realmente a preguntas que hacen peligrar el sentido y construcción de esta asignatura-ahora te respondo amparándome en la paranoia que son estos apuntes cuya validez, precisamente, intentabas poner en entredicho" es incoherente en sí misma. Pero claro, supongo que la coherencia no estaba en los contenidos de su carrera.

Por último (y tras esto seréis libres), os voy a enseñar lo que tuve que hacer para mantener mis calificaciones con cierta dignidad. Tuve que reescribir mi valoración personal (¿tal vez reescribir mi cerebro?) para que fuera más del agrado de la maestra. Decidí jugar fuerte y escribir justo lo contrario de lo que pienso, además, con una filosofía y expresión contrarias a mí. ¿Sabéis el resultado? Me felicitó por lo bien que lo había hecho. No se dio ni cuenta de la jugada. Ahí va mi texto:

El tema expuesto en este texto puede no ser el más vigente estos días. En mi opinión, existen otros en los que el autor podría centrarse a la hora de redactar un artículo de opinión. Sin embargo, la forma en que es tratado el problema expuesto, con rigor y (en parte) objetividad, pero sobre todo con originalidad y la propia experiencia de J. Mª. Romera, hace que el interés por el texto se mantenga a lo largo de la lectura.
En primer lugar, puede que el rigor del autor quede algo maniatado por la subjetividad propia de los artículos de opinión. Sin embargo, en las partes expositivas del texto, se utiliza un lenguaje técnico ("lustros" [...], "neoanalfabetismo" [...]), evitando oraciones exclamativas o interrogativas, que complementa la tesis del autor, tesis que queda clara en su constante crítica al sistema educativo español.
Los argumentos utilizados, además, son basados en hechos objetivos: legislación introducida en Francia frente a la inacción española. La mera comparación de estos países refuerza el punto de vista sostenido a lo largo del artículo.
El rigor del artículo no le impide tener un estilo propio basado en la originalidad. Así, se utilizan metáforas ("vertido tóxico de los SMS") y expresiones ("chivo expiatorio") que contribuyen a facilitarnos la comprensión del texto, a la vez que se dinamiza la lectura, evitándose caer en lo engorroso de los datos, de sobra conocidos por J. Mª. Romera.
El autor no logra una objetividad absoluta en el texto, pero tampoco es esto necesario teniendo en cuenta que estamos ante un texto de los géneros de opinión. Desde mi punto de vista, este es un problema poco comentado, como decíamos al principio. De hecho, menos comentado de lo que debería estarlo; personalmente coincido con la gravedad de la dejadez ortográfica que acecha a nuestra generación. El hecho de que se estén tomando medidas sobre ello  demuestra que existe un problema y, afortunadamente, artículos como este contribuyen a mantenerlo, al menos, en nuestras conciencias.

¿En serio es así como tenemos que hacer las cosas?


P.D.: Si alguien considera que este post o mi valoración del texto de Romera son demasiado tajantes, siempre puede (tal y como sugerí a mi profesora) escribir una valoración sobre mis palabras. Yo, a diferencia de ella, no os voy a censurar.

P.P.D.: Otro día hablaremos también de lo que me aportó estudiar Lengua, aunque creo que va a resultar una entrada más bien corta.

8 comentarios:

  1. Bueno, aunque he tardado me he leido y escuchado tus dos entradas y no tengo mucho que decir. Coincido en todo lo que has escrito, sobre todo aqui. Yo en lengua el último año tuve la suerte de tener una profesora que no se parecía a la tuya. Tenía que enseñarnos a hacer las valoraciones personales tal y como se nos tiene que preparar para la selectividad, pero ella misma decía que prefería que expresaramos nuestra opinión tal y como fuera, y nos animaba a escribirle textos propios y críticas para opinar en clase. La pena en este caso es que los alumnos pasaban del tema. Solo a tres personas nos interesaba la clase de lengua, lo cual no hacía que fuera lo dinámica que debería ser. Siempre acabábamos discutiendo y hablando los mismos. Seguro que habrías estado encantado con mi profe, y ella lo mismo.

    Creo que sabrás quien soy (siento haber tardado)

    P.D.: Esta vez tus frases eran menos complejas (o será que me estoy acostumbrando a leerlas)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. En primer lugar, muchísimas gracias por leer este post y dedicar a ello el larguísimo tiempo que lleva.
      En cuanto a las valoraciones personales, estamos completamente de acuerdo tú, tu profesora y yo.
      En cuanto al resto de Lengua: aunque, como tú y otras personas me cuentan, parece que con profesores con más valor docente estas asignaturas cobran sentido, me resulta difícil, tal vez debido a los profesores que he sufrido, confiar en que la propia materia esté libre de pecado. También es cierto que esto último depende de cómo entienda el alumno que debe ser planteada la asignatura: en mi caso, rechazo completamente recibir conocimientos dudosos o cuestionables, más aún si me son (y conste que me eran) presentados como ciertos. Pero con profes como la tuya, tal vez habría encontrado conocimiento en el debate, en enriquecer mi punto de vista con los apuntes, etcétera. Nunca lo sabremos...

      P.D.: yo creo que te has acostumbrado ;)

      Eliminar
  2. ¿ No estarás estudiando filología hispánica ?

    ResponderEliminar
  3. Me gustaría saber qué te aportó estudiar Lengua

    ResponderEliminar
  4. ¿QUE TE APORTÓ ESTUDIAR LENGUA?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Calma, Anónimo. He visto tu respuesta hace días, pero estaba pensando la respuesta (me gusta dejar el comentario y respondido).
      La verdad es que Lengua me vino bien para ser crítico, aunque desde luego no estuviese previsto en su currículo.

      Eliminar