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17/4/13

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Ponerse una chaqueta


Hora de salir a la calle. Comienza mi pelea por el buen vestir.
Levanto la mirada y observo con atención a mi próximo contrincante. Se trata de una chaqueta color beige apagado, con cremallera, que finge ser de mi talla. Ella también me desafía con la mirada, tendida en la cama, desparramada con tranquilidad.
Me sorprendo luchando cara a cara con mi enemigo, y cuando me quiero dar cuenta, ya la tengo sobre los hombros. Aprovecho que está débil para hacer la maniobra para la que llevo tanto tiempo preparándome: mis dedos agarran las mangas de mi camisa, esquivando el reloj los de la mano izquierda, y hacen presión para no perderlas.
Arqueo la espalda y recorro la manga por dentro, con los brazos. Parece que la chaqueta se encoge con cada centímetro que avanzo, y quiere quedarse con la camisa. Paso así una terrible agonía, hasta que algo asoma por el otro lado. Es mi puño cerrado, sosteniendo por poquísimo un pico de la manga de la camisa. He ganado el combate. Puedo oír los vítores que proceden del armario de la ropa, y me veo en el espejo con la chaqueta puesta.
Justo entonces, una voz me sobresalta.
"¡Miguel!" Es mi madre. "¡No lleves chaqueta, que hace muy bueno!"

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