días

30/7/13

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Perra vida

Sentado en su catre, en una celda de tres metros cuadrados, donde transcurren 23 de las 24 horas del día, con una hora de patio y vuelta a la jaula. Con un mobiliario consistente en un maloliente colchón de paja y un grifo, y por todo entretenimiento, dormir y pensar, desesperarse y preguntarse: "¿Qué hago yo aquí encerrado, sin juicio previo, ni delito probado (además rima)?"

Por las mañanas le pasan un anodino rancho, todos los días lo mismo. Está aislado de sus semejantes y sólo puede compartir su hora libre con su guardián.

La verdad es que no recordaba su delito, pero estaba sufriendo la condena.

De repente, su cuerpo ¡comenzó a mutar!

Donde tenía brazos y piernas surgieron cuatro patas. Sus orejas crecieron y su nariz se transformó en húmedo hocico, de su garganta dejaron de brotar palabras, y su capacidad de razonar fue mermando. Concluida la transformación, intentó pedir socorro, asustado por su cambio, y se asombró al notar que de su faringe surgía un sonido diferente al esperado:

¡GUAU, GUAU!

A su encuentro venía un extraño ser que le resultaba vagamente familiar. Este abrió su celda y tras colocarle una cadena al cuello y palmearle cariñosamente la cabeza, le comunicó en un lenguaje para él incomprensible:

-¡Venga, Bobby, vamos a dar un paseo!

Y de pronto, Bobby comprendió:

Él no era un criminal, no era un estafador, ni siquiera era humano.


¡Era un perro!

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