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23/7/13

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El precio de la información


En una sociedad en la que nos bombardea la información hasta llegar al exceso, el periódico resiste en los bares, todos los días, puntual, preciso, competitivo. Toda la información está organizada y preparada para que llegue el tío de todas las mañanas y acapare la prensa. Un periódico sobre otro y todos debajo de sus codos, saborea las letras y las imágenes (¿estará buscando a Wally?). Escondido detrás de mi mosto de uva puedo observar cómo el individuo avanza a razón de página por minuto, así como de sorbo al café cada cierto tiempo (no olvidemos que esa es su excusa para estar ahí).
Desesperado, yo también reduzco la velocidad a la que bebo el mosto, pero sin entretenimiento no es tan sencillo.
La tele está apagada. Estoy apartado del mundo. Llevo demasiado tiempo sin informarme de las últimas noticias, de la actualidad, de los acontecimientos y ¡necesito saberlo!
Sin embargo, el señor de la tercera silla ignora mis pensamientos: sigue leyendo, sus pupilas posadas en el papel.
No me queda otra sino la estrategia A/1, y la única que ha ideado la especie humana. Pago mi mosto y me levanto cuidadosamente sin hacer ruido: cualquier audición podría sacarle de su trance... Al acercarme a la tercera silla hacia la puerta miro ligeramente por encima del hombro del individuo en un último y desesperado intento por obtener algo de información, lo que sea con tal de poder mantener una conversación sobre ello o sobre lo que reflexionar mientras me corto las uñas. Pero lo que veo me deja frío:

"Autodefinido de la semana pasada"

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